Por Roberto Savio
En los años 80, toda nueva tecnología venía de Japón, era el dragón del mundo. Luego el país empezó a aflojar el ritmo, no obstante, sus niveles de producción y sus
reservas financieras eran lo suficientemente altos para que el declive a
nivel global no afectara al ciudadano medio. Aunque Sony fue substituida por Apple y es ahora China la que tiene
la imagen del dragón, sobrepasando a Japón como la segunda mayor
economía del mundo, la calidad de vida del ciudadano japonés es mejor que la de la mayoría de los países.
Ahora sus ciudadanos están tomando consciencia sobre el hecho de
que los logros sociales no pueden ser datos adquiridos si la economía no
crece. La tasa de desempleo en Japón es menor de 6%, una figura
irrisoria para una perspectiva Europea, pero sin precedentes en ese
país. En el pasado, un puesto en una empresa significaba un empleo de por
vida, pero eso ya no está garantizado, como tampoco la posibilidad para
los jóvenes de encontrar trabajo inmediatamente después de acabar la universidad.
El yen ha precipitado en relación al Euro, de 163.65 en 2010 a
97.7 en la actualidad. Las exportaciones son cada vez más difíciles.
Japón es un país sin recursos naturales, debiendo importar las
materias primas. Aún así, consiguió resolver el problema de la falta de
fósiles, carbón y petróleo, convirtiéndose en el productor mundial de
energía nuclear.
Japón sigue siendo un modelo de calles inmaculadas, orden, disciplina y de un fuerte sentido cívico, donde la combinación de Sintoísmo (naturaleza), Budismo (logros individuales del hombre) y Confucionismo (los logros sociales) han creado un raro equilibrio entre naturaleza, hombre y sociedad, desconocido en cualquier otro país del mundo.
Japón sigue siendo un modelo de calles inmaculadas, orden, disciplina y de un fuerte sentido cívico, donde la combinación de Sintoísmo (naturaleza), Budismo (logros individuales del hombre) y Confucionismo (los logros sociales) han creado un raro equilibrio entre naturaleza, hombre y sociedad, desconocido en cualquier otro país del mundo.
El Partido Liberal Democrático (PLD), que ha gobernado el país
prácticamente sin interrupción desde la Segunda Guerra Mundial, se ha
convertido cada vez más en una máquina política autorreferencial y los
otros partidos políticos no han conseguido crear alternativas dinámicas. Hoy en día, lo que es nuevo y perturbador es una nueva ola de
nacionalismo que ha creado una confrontación con China sobre un pequeño grupo de islas, las Senkaku (o Diayu). Tres ciudades importantes –Tokio, Nagoya y Osaka– son gobernadas
por líderes nacionalistas. Pero hay una clara y creciente desconexión entre los políticos y
los ciudadanos. Aunque esta es una tendencia global, en Japón es muy
evidente.
Japón es un país acostumbrado a vivir con terremotos y tsunamis. El gran terremoto que azotó Kobe en 1995 fue un ejemplo de poder de
recuperación y solidaridad social japonesa. La reconstrucción empezó de
inmediato, con gran esfuerzo colectivo y voluntario que recuperó la
ciudad rápidamente. Pero el reciente, en marzo del 2011 y
los tsunami que le acompañaron, han creado un desafío sin precedentes.
Más de 650 kilómetros de costa fueron devastados
y cerca de 20.000 personas murieron. El costo estimado del daño son
200.000 millones de dólares, los de reconstrucción no son
todavía claros. Basta decir que solamente el Proyecto Escombros del
Distrito de Ishinomaki, uno de los muchos de la costa, tiene un
presupuesto de 244.000 millones de dólares para remover y reciclar millones de toneladas de escombros. El escenario de automóviles destruidos,
troncos de árboles y montañas de escombros más allá de lo que
alcanza la vista, deja al visitante con la súbita conciencia de que
podemos destruir el medio ambiente, pero no podemos controlarlo.
Una visita a la zona también nos da un claro sentido de cómo el
liderazgo político, aunque funciona a nivel local, se ha convertido en
algo completamente insuficiente a nivel nacional. En uno de los muchos asentamientos provisorios auto gestionados de
400 familias desplazadas por el tsunami, sus líderes se quejan que 18
meses después del desastre todavía no han sido visitados por ningún
representante del gobierno nacional, aparte las visitas fugaces
del Primer Ministro Yoshihiko Noda. El gobierno todavía debe decidir qué
áreas son seguras y dónde no se debe permitir que las personas
desplazadas puedan regresar y comenzar la reconstrucción. La costa está
prácticamente vacía, aparte de la remoción de escombros. Para gente
acostumbrada a recibir directivas y a implementarlas de manera
impecable, esta falta de orden ha dejado a muchos inactivos y amargados.
Unido a este declino de las instituciones políticas, el sector
privado se está poniendo perezoso y una población que está envejeciendo a
una velocidad sin paralelos. Como en cualquier otra sociedad integrada y
homogénea, la inmigración no es fomentada. En su tiempo libre, los
estudiantes chinos trabajan en empleos que los japoneses no quieren. China está
llena de historias sobre “los perezosos japoneses”.
Japón ha caído al puesto 25º en el Índex más reciente de Innovación
Global de las Naciones Unidas, bajando de los primeros 20 lugares por
primera vez desde el comienzo del índex en 2007. Los gigantes de
electrónica japonesa de los años 80 ya no están apareciendo con ninguna
innovación significativa. En 2011, se ha corroborado que miembros
de fondos de capital riesgo (empresas que apuestan en la innovación)
recaudaron 314 millones de dólares, 35% más que el año anterior, pero en
el mismo año, en las empresas de Silicon Valley la cifra se elevó a
12.600 millones de dólares. De este modo, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, está
cundiendo en la sociedad japonesa un sentido de inseguridad sobre el
presente y de incertidumbre sobre el futuro.
El Banco Shinsei ha publicado un Estudio sobre el
Dinero de Bolsillo que demuestra que muestra que el asalariado promedio
masculino, recibe un subsidio de 437 dólares por mes, la mitad de lo que recibía en los
rugientes años 80. Esto está desatando fuerzas hasta ahora durmientes en
Japón. Más grave aún, el número de beneficiarios de asistencia social por
parte del gobierno llegó a 2.1 millones en junio de este año, un récord.
Japón tiene una población de 128 millones. Esto ha creado un gran
choque en Japón, algo que sería un sueño en cualquier otra parte del
mundo. La tendencia es amenazadora.
La
sociedad civil y el voluntariado están en aumento. El descontento hacia
los políticos se está demostrando abiertamente, en un país donde es
considerado de mala educación criticar a las autoridades. Tal vez las reacciones más notables se encuentran entre las mujeres,
cada vez independientes, no se ven en el matrimonio como obligatorio y
no consideran a un hombre como su destino principal. Es difícil decir si estas nuevas fuerzas serán suficientes para
equilibrar el declive de las instituciones políticas y el envejecimiento
del sector privado, pero es la esperanza más fuerte a la que el Japón
de hoy puede aferrarse.
*Fundador de la agencia de noticias Inter Press Service (IPS). Publisher de Other News.
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