viernes, 6 de febrero de 2015

El auge de la crueldad

 Visualizar la barbarie en directo siempre ha gozado de gran predicamento; lo nuevo es que ahora se ofrece estés donde estés y al momento. Quemar a un rehén y las degollinas del Califato intensifican el efecto contagio
Luis Goytisolo

Casi podría decirse que la crueldad está ya en el principio. Es decir: como por encima de los orígenes de la humanidad, en ese tiempo anterior al que se refieren la mayor parte de las creencias religiosas: dioses que devoran a sus hijos, o que destruyen ciudades por la conducta lasciva de sus habitantes, o que castigan a toda la especie humana porque alguien se comió una manzana. De ahí que la imagen que tenemos de las antiguas civilizaciones esté indefectiblemente teñida asimismo de crueldad: sus guerras, sus conquistas, la propia vida cotidiana. Una imagen siempre vinculada, a modo de inevitable contrapartida, a la expansión y el esplendor de absolutamente todos los imperios.

Su brusca reaparición, tras varias décadas de buenismo que la daba poco menos que por extinguida, no supone de hecho una novedad ni a nivel individual ni colectivo, trátese de la ejecución de prisioneros, rehenes o como se quiera llamarles, o del típico crimen pasional fruto de los celos o el despecho. Lo que sí ha cambiado, lo único que ha cambiado, es su percepción por parte de la sociedad. Y es que desde los asesinatos cometidos por miembros del Califato o por las milicias enfrentadas del ámbito islámico hasta la reconstrucción del asesinato de una mujer a manos de alguien que por lo general tenía ya antecedentes, la televisión y demás pantallas grandes y pequeñas hoy nos informan de los hechos al momento. Esto es lo realmente nuevo: estés donde estés y al momento.

domingo, 1 de febrero de 2015

“Alguien tiene que morir”


La vocación del mal en Argentina

Con la muerte de Nisman, si ya teníamos un tejido social perforado, ahora entramos en la etapa de la descomposición del mismo. Si algo quedó claro en los últimos días en nuestro país es que el Crimen Organizado, además de estar consagrado, fundamentalmente en su vertiente narco, también está lo suficientemente bien asentado como para lograr que la impunidad esté por encima de la justicia.

Transitamos en lo que va del año la peor cosecha de cadáveres. Nos asentamos en la debacle y esperamos, ante el cinismo preponderante, lo peor. Porque lo peor no se encuentra en el imaginario colectivo sino en la barbarie cotidiana que refleja que la creación de nuevas policías no ha sido más que funcional a la criminalidad y que en nuestro país, de la custodia, también hay que cuidarse.

Con "custodia" asesinaron a Norma Bustos en Rosario (2014). Con "custodia" asesinaron a Alberto Nisman en CABA (2015). Nos hemos convertido a pesar del relato, en un paradigma de impunidad en el cual, el aparato reproductivo de la muerte es la consecuencia primaria de la forma en la que el Simulacro que nos gobierna a nivel Nación, decidió combatir el delito.

Así es como en la brutal tergiversación, la injusticia se acomodó por encima de la Justicia reproduciendo de forma voraz a Candela. Se multiplicaron en lo cotidiano, Candelas. Con la petulancia del manoseo de las "investigaciones". Con ls dudas sobre las fuerzas de seguridad embebidas en una profunda opacidad. En donde los espectros criculan casi exultantes ante la falta de verdad. Una y otra vez, volver a matar al muerto en un agiornado Estado de Naturaleza con una construcción ética y estética acomodada en la negación como herramienta retórica de desvío y tergiversación. 

Rosario lleva 25 muertos en lo que va del año y el conurbano supo cosechar 6 cadáveres en cinco días. Las nuevas policías, en su precaria formación y "sensibilidad" al delito, no hacen más que multiplicarlo en los dos primeros puestos del PBI Narco delictivo del país. Pero son un buen instrumento, como ocurriría en los países que ya las están aboliendo, de lavadero y desvío.