
Transitamos en lo que va del año la peor cosecha de cadáveres. Nos asentamos en la debacle y esperamos, ante el cinismo preponderante, lo peor. Porque lo peor no se encuentra en el imaginario colectivo sino en la barbarie cotidiana que refleja que la creación de nuevas policías no ha sido más que funcional a la criminalidad y que en nuestro país, de la custodia, también hay que cuidarse.
Con "custodia" asesinaron a Norma Bustos en Rosario (2014). Con "custodia" asesinaron a Alberto Nisman en CABA (2015). Nos hemos convertido a pesar del relato, en un paradigma de impunidad en el cual, el aparato reproductivo de la muerte es la consecuencia primaria de la forma en la que el Simulacro que nos gobierna a nivel Nación, decidió combatir el delito.
Así es como en la brutal tergiversación, la injusticia se acomodó por encima de la Justicia reproduciendo de forma voraz a Candela. Se multiplicaron en lo cotidiano, Candelas. Con la petulancia del manoseo de las "investigaciones". Con ls dudas sobre las fuerzas de seguridad embebidas en una profunda opacidad. En donde los espectros criculan casi exultantes ante la falta de verdad. Una y otra vez, volver a matar al muerto en un agiornado Estado de Naturaleza con una construcción ética y estética acomodada en la negación como herramienta retórica de desvío y tergiversación.
Rosario lleva 25 muertos en lo que va del año y el conurbano supo cosechar 6 cadáveres en cinco días. Las nuevas policías, en su precaria formación y "sensibilidad" al delito, no hacen más que multiplicarlo en los dos primeros puestos del PBI Narco delictivo del país. Pero son un buen instrumento, como ocurriría en los países que ya las están aboliendo, de lavadero y desvío.