Por Luciana Peker
Fue
el rostro, la voz, el cuerpo puesto en el reclamo estudiantil que
levantó, en 2011, al Chile domado por años de aceptar que la educación
había que pagarla y que el futuro era una hipoteca. No pasó tanto
tiempo. Ella creció con sus marcas generacionales a cuestas –un piercing
en la nariz que no hace tono con el edificio añejo del Congreso– y su
reclamo de un país con más justicia. Así llegó Camila Vallejo, el 11 de
septiembre de 2014, más temprano que tarde, a la asunción de su puesto
como diputada y a la toma del mando de otra mujer, Michelle Bachelet, a
la presidencia de Chile.
Aunque, más allá de lo que dijo, lo importante es
lo que mostró. Su pelo castaño se entremezcló con la tela bordó de su
guagüita que hacía de su espalda y su pecho un solo nido para su hijita
que, en las distintas fotos, se la veía poniendo su mano abierta sobre
su mamá o durmiendo con un chupete amarillo mientras el presidente de
Ecuador, Rafael Correa, la acariciaba. Ya el diario norteamericano The Wall Street Journal había nombrado
despectivamente a Camila, el 1º de mayo de 2012, como un “bebé de pañal
rojo” por su militancia juvenil y comunista. Casi dos años después,
apenas un tono más arriba, Camila redobló la apuesta y fue con pañales y
entrelazada –en un sinfín bordó– con su hija.
Una pequeña y nueva revolución en el ceremonial político. Pero
su primera vez y las razones de su surgimiento como líder fueron
descriptas por el escritor chileno Pedro Lemebel, en su crónica
“Compañera Camila”, del libro Háblame de amores, Editorial Seix Barral: “Tal vez el verdadero mérito del
desate estudiantil que ha remecido el reinado piñerín lo tiene la bella
Camila, la roja Camila, la dulce y aguda dirigente a quien le apesta que
la piropeen los periodistas simplones que tratan de frivolizar sus
declaraciones políticas”. Y sigue: “Quizás a Camila le ha tocado muy
duro por ser mujer, joven, inteligente y además hermosa. Tal vez, ha
recibido consejos de no ser tan protagónica. “Es mal visto en la
izquierda que una mujer sea tan visible.” (¿Y por qué no?) Quizá le
dicen que “debe dar un paso al lado y permitir que sus compañeros opinen
y ocupen la pantalla”. Y ellos lo hacen bien, son precisos y muy claros
en sus discursos, pero no tienen la luminosidad de Camila, que hizo
brotar la revuelta estudiantil con su impertinente primavera”.
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