Golpe de estado en la ciudad de las diagonales y los estudiantes
La Plata- Estación Ferrocarril Roca |
Todo queda guardado en la memoria
con las piernas desnudas
prestadas por el Roca
y un sol también desnudo,
bostezos y lagañas.
Y en tus andenes de pared gastada
caras que te sabés tan de memoria
que te resultan, a vos también, gastadas.
Y con un diario apretado bajo el brazo
con las buenas nuevas y con viejas malas
descubrí tu ceremonia taxicómica
y me sumé al rito del bohemio
que desde El Rayo te observa, tras el humo
del café con leche y los vidrios empañados.
Luego te supe ciudad de diagonales,
me enamoré de cada una de tus plazas,
aprendí la lista de tus bares prohibidos,
me harté de verte transpirar por Siete
y de pisarte en diagonal Ochenta.
Y si hay algo que nunca llegó a hartarme
eso fue todas, cada una de tus pibas
cuando inundaban a las seis de la tarde
la plaza San Martín, y mi alegría,
en tanto yo, en los juegos,
esperaba alguna cita.
Ciudad de Robespierres, Quasimodos,
ciudad de todos.
Ciudad entonces de los estudiantes,
los empleados y los comerciantes,
pero también, más subterráneamente,
ciudad de artistas,
de chetos, de vaguitos y de tiras.
Y aunque se palpen tus rasgos repetidos
la vida corre por vos, aunque se esconda.
Y así te quise, con tu monotonía,
ciudad de gris, pero ciudad hermosa.
Luego te supe ciudad de diagonales.
Después te supe muerte…
Muerte mortal,
ciudad acribillada.
Muerte legal,
ciudad adormecida.
Muerte fatal,
ciudad agazapada.
Muerte es el precio
por buscar tu vida.
Debes morir por fin ciudad herida
para nacer al fin ciudad sonriente.
Hubo una vez, recuerdo, en tu garganta,
un haz de aliento,
de bronca,
de esperanza.
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