Por Gustavo Sierra
Fue un asalto a la desesperada. Mil inmigrantes subsaharianos,
mayoritariamente de Mali y Senegal, se lanzaron el martes contra
las vallas de protección de Melilla. Escalaron con enorme habilidad por
entre los alambrados y la mitad de ellos logró entrar.

Corrieron por las calles del enclave español en territorio marroquí
hasta el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes. Llegaron
exhaustos, la mayoría con cortes provocados por las púas de los
alambres, con quebraduras de pies por lanzarse desde diez metros
hacia el otro lado de la valla, varios en hombros de compañeros más
fuertes. Gritaban “¡bosa, bosa!”, victoria, y levantaban los brazos como
si hubieran ganado un campeonato. En realidad ganaron mucho más. Se
convirtieron en inmigrantes legales en Europa.
El gobierno de Madrid no puede sostener la situación. El CETI tiene capacidad para albergar 480 personas. Hoy tiene más de 1.800. Sólo atinaron a enviar cien policías más de refuerzo. Pero saben que es muy difícil detener a gente sin nada que perder. En lo que va del año ya son 1.600 los que lograron traspasar las vallas, en todo el 2013 habían sido 1.074.
Y es que en los últimos meses, a los chicos
inmigrantes de los países pobres del centro de Africa se le están
sumando miles de familias que escapan de la guerra en Siria. Llegan a
Argel y Casablanca y de allí hasta Oujda, en Marruecos, donde consiguen
un pasaporte marroquí por mil dólares. El resto es llegar a la costa,
correr y saltar. De estos territorios partió el ejército de
Francisco Franco para oprimir a España durante 40 años. Ahora salen de
allí los que buscan en Europa la libertad y el futuro que Africa les
niega.
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