Soledad Luque Delgado |
La titular de la Asociación Todos los Niños Robados viajó a Buenos Aires
en representación de otras nueve asociaciones de víctimas para reunirse
con la jueza Servini de Cubría.
Por Adrián Pérez
Un
llamado disparó su curiosidad sobre un tema que era un secreto a voces
en la familia. “¿Estás sentada?”, preguntó Carmen en el otoño madrileño
de 2010. Soledad Luque Delgado regresaba a casa de una jornada laboral
en la Fundación Ortega-Marañón. Al otro lado del teléfono, su hermana
confesó que estaba mal por noticias sobre la desaparición de niños
difundidas en la televisión. Carmen tomó coraje y avanzó: “¿Alguna vez
has pensado que Francisco pudiera estar vivo?”. Soledad se desplomó en
el sillón. Entonces recordó todas las veces que lo mencionó, que sintió
su ausencia: momentos que con la muerte de su madre se perdieron en los
laberintos de la memoria. Luque Delgado arribó a Buenos Aires el sábado
para presentar por primera vez una querella por su hermano y otros niños
apropiados durante el franquismo ante la jueza María Romilda Servini de
Cubría. Hoy ofrecerá una conferencia de prensa, a las 11.30, en la sede
de Abuelas de Plaza de Mayo, con Estela de Carlotto y el abogado Carlos
Slepoy, donde abordarán el robo de bebés en España, en el marco de la
Coordinadora Estatal de Apoyo a la Querella Argentina.
“Dicen que soy la chica de la sonrisa permanente”, afirma durante la
sesión de fotos. El ceño distendido cambia a gesto de
preocupación mientras cuenta el caso de Francisco y el de otros
españoles. La titular de la Asociación Todos los Niños Robados son
también mis niños viajó a la Argentina en representación de otras nueve asociaciones de
víctimas por el robo de bebés. Narra
su historia y la de su hermano mellizo, nacidos el 25 de enero de 1965
en la Maternidad Provincial de O’Donnell, Madrid. El
nacionalcatolicismo y la dictadura franquista estaban en pleno auge. Con
el tiempo, Soledad supo que esa maternidad había sido uno de los
centros donde se produjo la mayoría de las desapariciones de bebés.
Cuando dio a luz a Francisco, la madre tenía 38 años y el padre 41. El
pequeño fue enviado a una incubadora porque, según los médicos, no tenía
el peso suficiente. (https://www.facebook.com/familialuquedelgado)
El 18 de febrero informaron a los Luque Delgado sobre la
mejoría del niño. En días podrían llevárselo. Al día siguiente, en
una visita rutinaria, dijeron que el bebé había fallecido. Los padres
quisieron reconocer a Francisco, pero en la maternidad indicaron que
debían esperar porque el cuerpo estaba en el depósito. Cuando
regresaron, les dijeron que los restos habían sido incinerados y las
cenizas habían desaparecido. “Nunca vieron a mi hermano muerto, no había
nada que enterrar”, señala. Las familias españolas, añade, podían enfadarse por no tener el cuerpo del hijo,
pero no pensaban que los habían robado. Trataban con figuras de
autoridad: médicos y monjas eran amparados por instituciones
incuestionables como el registro civil, el hospital o la Iglesia
Católica. “A un niño no se le da por muerto si no está un médico
firmando el certificado de defunción. Las religiosas de la maternidad
atendían las plantas de incubadoras”, describe la querellante el
escenario en O’Donnell.
En la maternidad señalaron que Francisco había muerto de meningitis.
En principio sólo hubo partes orales que el médico Luis González
Coviella, fallecido en 2011, brindó a los Luque Delgado. “Mi madre quedó
en shock, sin que hubiera sitio donde llevar flores. Estuvo en duelo
hasta que murió”, confía Soledad. Aunque se sabía sobre el robo de
bebés, asegura la querellante, en España eso se consideraba una leyenda
urbana. A tal punto que cuando dio a luz a su hija, una vecina le
advirtió a Soledad que tuviera cuidado, porque los niños desaparecían en
los hospitales. “Estos son cuentos de vieja. ¡Cómo van a desaparecer
los bebés!”, pensó. Las mujeres que cuestionaban las desapariciones eran
consideradas locas. Algunas, incluso, fueron confinadas en
psiquiátricos.
El padre trabajaba de albañil, la madre era ama de casa. “Estamos
hablando de una de las muchas familias obreras pertenecientes a un
colectivo enorme: el sector perdedor de la guerra. No hay familia
pudiente que haya sido robada, eran ellos quienes cogían a los niños.”
El robo de bebés durante el franquismo se destapó en Zaragoza, en 2008,
cuando un hombre de 38 años se enteró por su padre, que agonizaba, que
había sido comprado. La búsqueda de Francisco comenzó dos años después.
Luego del llamado de Carmen, Soledad no durmió dos días. “Buscamos
porque nuestra madre perdió a su hijo, nos lo quitaron, desapareció.
Asumimos el rol de madre y hermanas”, enfatiza. Con el tiempo
encontraron un certificado de enterramiento en el cementerio de Nuestra
Señora de La Almudena y otro certificado de fallecimiento del registro
civil de Madrid, sin la firma de médicos. En este documento, González
Coviella asegura que atendió de meningitis al bebé desde su nacimiento.
Esa versión contradice los partes orales en la maternidad. Sin el
testimonio de sus padres, ya fallecidos, a Soledad sólo le queda el
recuerdo de José, su hermano mayor.
Los mellizos fueron los últimos bebés nacidos el 25 de enero de 1965
en un parto gemelar de nalgas. El primer nacimiento del día siguiente
se produjo también por ese método: esa mujer abandonó el hospital el 20
de febrero. La madre de Soledad lo hizo el 30 de enero. “Es imposible en
aquella época, en una institución pública, que permitieran a las
señoras estar tanto tiempo en el hospital –analiza la querellante–.
Cuando dejaban de sangrar, las mandaban a casa”, completa. También
afirma que el parto de nalgas es poco habitual y pide que
se investigue quién es esa señora, cuyo nombre aparece tachado en un
registro. Finalmente, los Luque Delgado interpusieron una denuncia, en 2011, ante la Fiscalía Provincial de Madrid. En febrero de 2012,
el fiscal jefe Eduardo Esteban Rincón archiva la demanda por “ausencia
de indicio de delito”. En octubre de ese año, los Luque Delgado lanzaron
una campaña con el lema: “Todos los niños robados son también mis
niños”.
–¿Por qué eligieron ese nombre para la asociación? –Nos dimos cuenta de que el robo de bebés se produjo durante
tantísimo tiempo, en el territorio español, y toda la sociedad estuvo
implicada como víctima o apropiadora. Y los que no, miraban para otro
lado. No busco sólo a mi hermano; busco al hijo de mi vecina, a la
sobrina de aquella señora que está ahí llorando. Los niños desaparecidos
no son casos individuales, es una causa de todos. Al menos 30 mil bebés fueron robados en España hasta 1952. Los niños
eran separados, para reeducación, apelando a una hipóteis esbozada por
Antonio Vallejo-Nágera, psiquiatra que emparentó a los republicanos con
una enfermedad genética. “Bastaba con que tuvieras ideas no afines a los
vencedores para que fueras catalogado como portador del gen rojo”,
destaca la mujer. Muchos niños fueron entregados a cambio de dinero o
favores. ¿Qué sector social se vio perjudicado en los años siguientes?
Familias numerosas, humildes, mamás solteras y toda mujer que no
estuviera integrada a la estructura del régimen. “Después de la guerra
ya no se trata de una represión política, sino que hay una visión social
e ideológica”, asegura Soledad, y señala que no hay ruptura entre una
etapa y otra. Agrega, además, que sin una connivencia del Estado, no
puede producirse una desaparición masiva de bebés.
–Es una estructura montada desde ese Estado para el robo de niños. –Porque creemos que hay patrones comunes, que somos víctimas de una
dictadura y de su herencia posterior estamos participando en la querella
argentina. En España se produjo un plan sistemático. Tras los pasos de su hermano, Soledad se apoyó en la colaboración de
los abogados Carlos Slepoy y Ana Messuti, y del ex preso político José
María “Chato” Galante. Dice que viajó a Buenos Aires para dejarle a
Servini de Cubría, la querella como
asociación y damnificada. También quiere hacerle ver a la jueza que en
España hay gente que la necesita, espera su intervención y confía que lo
pueda hacer. “No hay nadie encausado por el robo de bebés, la mayoría
de las denuncias se archivan por falta de pruebas o prescripción”,
sostiene la lingüista. Si se tipifica como detención ilegal, el delito
prescribe quince años después de que la persona apropiada cumple 18
años. En caso de ser considerado detención ilegal con carácter
permanente, ese lapso comienza a correr cuando se encuentra al bebé
robado.
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