sábado, 12 de marzo de 2011

Ola de cambios

Manifestantes en Yemen
El mundo árabe se rebela desafiando a gobernantes fosilizados y sus instituciones represivas que se refugian en la fuerza para perpetuar privilegios. Consiguieron sus objetivos en Túnez y Egipto, abrieron las puertas a la movilización en Yemen, Jordania o Argelia. La indignación moral frente a unas autoridades corruptas que exhiben su autoridad y opulencia y se refugian en el pasado para eludir los cambios. Numerosos grupos de la población les han perdido el respeto y reverencia y no soportan que legitimen más su autoridad en principios religiosos o en mitos del pasado. Pero las mujeres del país del Nilo sienten cómo la revolución se les escapa de las manos.


La historia se repite en Egipto. Si en 1919 y 1952 sus esperanzas revolucionarias fueron aplastadas, en 2011 ya han sufrido los primeros golpes. Los Hermanos Musulmanes que defienden la sharia como base de Derecho, han pedido que se vete la posibilidad de que mujeres y cristianos puedan alcanzar la presidencia del país. La misma noche que Mubarak abandonaba el poder, acababa la primavera revolucionaria en la que todas las mujeres afirmaban haber sido sorprendidas por un inusual respeto y una rara sensación de igualdad. Las agresiones, asaltos y acosos sexuales tan comunes en toda la región, volvían a las calles.

El  8 de marzo, Día de la Mujer, las egipcias se lanzaron a la plaza de Tahir, donde habían luchado como iguales junto a sus compatriotas, para pedir igualdad. Pero encontraron algo muy distinto. En la plaza les gritaban “fuera, fuera”,  las instaban a volver a casa, donde debían estar, según sus agresores. Algunos las culpabilizaban de obstaculizar la revolución, ensañándose en su condición de mujeres que sólo servían para criar hijos. Nada más lejos de la realidad. Las egipcias, a diferencia de sus hermanas de otros países como Libia, donde en Bengasi las mujeres se manifiestan a diario en una zona acotada, camparon a sus anchas los 18 días que duró el alzamiento. Rompiendo tabúes pasaron la noche en la plaza, veladas o no, junto a cientos de hombres que dormían a la intemperie o bajo improvisadas jaimas. “Las cosas no han cambiado, están cambiando”, afirma Mozn Hasan, de 32 años, la directora de la organización Nazra para Estudios Feministas.  "No podemos permitir que nos dejen fuera en esta revolución igual que tampoco podemos aceptar que la cifra de analfabetismo entre nosotras sea del 40%", aduce.


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