Causan admiración los héores anónimos, protagonistas de pequeñas historias capaces de mover las grandes. De Japón conmueve la historia de los 180 hombres de Fukushima, que excepto una breve evacuación, siempre han estado dentro de la central y se juegan la vida luchando para controlar los reactores que amenazan con una fusión de sus núcleos y una fuga masiva de radiactividad. Son sus trabajadores. Los que pese a los altos niveles de radiación han decidido permanecer en el lugar que muchos califican de desastre nuclear. Sus trajes de protección repelen la radiación pero no las partículas invisibles. No sabemos quienes son, ni que piensan.
La Toko Electric Power Company, su empresa, los mantiene en el anonimato. Entre ellos hay físicos, ingenieros, bomberos y demás especialistas. Cuando la empresa decició sacar a los últimos operarios de la planta, temiendo que sufrieran dosis letales de radiactividad, un directivo consultó con el primer ministro, quien se negó alegando que los empleados deben asumir la posibilidad de perder la vida en su intento de salvar al país de un desastre nuclear. Al parecer, todos son voluntarios. Son hombres anónimos, casi todos mayores de 60 años. Son los liquidadores, expertos en evitar una catástrofe. Muy pocos de los liquidadores que trabajaron en Chernòbyl hace 25 años están vivos. Un veterano de la Segunda Guerra Mundial de 89 años, asegura que no ha sido el dinero o el reconocimiento lo que les ha llevado allí. "Llevan dentro el yamato-damashii", dice del espíritu japonés. Jóvenes y mayores sólo tienen palabras de agradecimiento para el grupo de trabajadores sin rostro que continúan la lucha en la central nuclear. Dos de ellos se encuentran desaparecidos tras una explosión y varios más han resultado heridos.
Japón conserva la cultura del sacrificio por la comunidad. Los 180 de Fukushima representan esa tradición de luchadores, de samuráis que dan su vida por un bien superior. No solo ellos, también los pilotos de los helicópteros y cualquiera que se acerque a menos de 30 kilómetros de distancia corren un riesgo potencial. Las condiciones en Fukushima son pésimas: peligro de explosiones y contaminación radiactiva, frío y oscuridad. Un trabajo de titanes, sin descansos, sin horarios, casi sin esperanza. Colgados de ese hilo de esperanza pelean, y con ellos todo Japón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario