Para el ambientalista Juan Carlos Villalonga el daño causado a la planta Fukushima I por el terremoto es otro indicativo del peligro de la energía nuclear. Y apunta que “la industria” sólo avisa cuando las cosas “son visibles”
La liberación de gases radiactivos del reactor nuclear de Fukushima, Japón, situación derivada del sismo ocurrido el viernes pasado, reabrió el debate en torno de la seguridad de estas centrales eléctricas. Frente a los organismos oficiales y corporaciones privadas defensoras de este modelo de generación energético aparecen voces críticas que resaltan los riesgos ambientales, sanitarios y, en definitiva, humanos de este sistema. En el grupo opositor se encuentra Villalonga, director de Campañas de Greenpeace Argentina. El ambientalista respondió preguntas sobre el accidente en Fukushima I y remarcó que la liberación forzada de vapor tiene que ver con la falla de los sistemas de refrigeración, que es grave. El sobrecalentamiento es destructivo, por lo que hay que ver el nivel de daño pero si liberaron vapores es porque la rotura fue importante.
–¿ Puede empeorar la situación? –Lo que dimensiona la gravedad de la situación es que en una escala de calificación de accidentes nucleares está ubicada en el punto 4 sobre 7. Al nivel más alto llegó Chernobyl. Pero un nivel 4 es importante, porque a partir de allí empieza a hablarse de accidente y no de incidente. Acá hay liberación de elementos radiactivos, riesgo sobre la población vecina. El episodio no terminó, intentan introducir otro tipo de refrigerantes en el reactor. Decidieron meterle agua de mar con otros elementos porque el reactor sigue generando calor y tienen que refrigerarlo.
–Si se pueden generar riesgos, ¿qué lleva a optar por esta energía? –Hay dos grandes fuerzas que hacen que el lobby nuclear tenga poder en los gobiernos. Hay un núcleo de corporaciones tanto estatales como privadas que han hecho de lo nuclear su negocio y su supervivencia. Además, los estados y en general a la clase dirigente política lo nuclear les genera una fantasía de manejo de algo estratégico, con una variante siempre militar. Apostar a lo nuclear no pasa por satisfacer necesidades de electricidad solamente. Porque si se piensa en energía estratégica, como siempre se habla, hay que buscar hacer lo más barato, confiable y no contaminante. Y con lo nuclear no es el caso.
–¿Es posible pensar en Japón sin reactores nucleares? –Japón tendría la opción de utilizar otras energías, como se viene haciendo en países de Europa y Asia. Por ejemplo, la potencialidad de la energía eólica es muy grande, incluso en modo off-shore. Pero Japón no puede de un día para otro apagar los reactores. Es un proceso que puede llevar de 10 a 15 años, en el que tienen que pensar en lograr desarrollar una matriz energética diversificada, que es lo que demanda el futuro.
–¿El mundo puede dejar paso a energías limpias y abandonar la energía nuclear? –En 2007 la energía nuclear representaba el 13% del total energético a nivel mundial, según la Agencia Internacional de Energía. Greenpeace propone que para el 2020 tendría que bajar al 7%, para llegar al 3% en 2030 y estar en cero en el 2050. Tenemos la premisa de abandonar la energía nuclear sabiendo que no hay posibilidad de colapso energético con las demás energías. Y siempre pensando en reducir la emisión de gases de efecto invernadero.
–¿Cuándo se sabrá la real gravedad de la situación en Fukushima? –Hasta que no hubo una comunicación por parte de la Agencia Internacional de Energía Atómica no se hablaba nada del accidente. Hasta que los hechos no se tornan evidentes, como por ejemplo la evacuación de una ciudad entera, no se dan a conocer. Las autoridades nucleares irán confirmando a medida que los hechos se vayan haciendo visibles, y eso es coherente con el historial de la industria nuclear. Siempre se caracterizaron por minimizar las cosas.
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