África el más pobre, maltratado y violento de los continentes es
también el peor gobernado. En ello han influido dilatados procesos
históricos que condicionaron su devenir, principalmente la trata de
esclavos, la colonización y el neocolonialismo. No obstante 60 años
después de la independencia es hora de superar el fatalismo histórico y
con sus fuerzas y su experiencia cumplir las tareas
históricas pendientes. Tal vez porque esperaban que la derrota del apartheid en Sudáfrica y
del régimen racista en Zimbadwe, la independencia de Namibia y el fin de
la guerra en Angola, relanzaran los empeños africanos por encontrar los
caminos del progreso y la paz, las fuerzas progresistas de todo el
mundo están impactadas por los sucesos de Suráfrica calificados de
masacre.
Sería lamentable constatar que la zaga de violencia, represión,
discriminación, exclusión e injusticia del apartheid se ha incorporado
al ADN de la sociedad surafricana y bajo otras formas subsisten las
maculas del régimen de dominación blanca y que sus prácticas represivas
han sido trasvasadas al sistema político representativo de la mayoría. Un apartheid de castas no es mejor que uno de colores.
Por una lamentable paradoja, el más sólido de los países negros, la
única economía emergente del continente, un Estado que aporta la cuarta
parte del PIB africano y cuenta con la vanguardia política más
madura y esclarecida, con una poderosa base económica, se desliza
peligrosamente por la pendiente del neoliberalismo, la corrupción y tentación a confiar las soluciones en el capital transnacional,
asumiendo que ser estadísticamente rico, figurar en el G-20 constituye
una meta histórica.
África está gobernada por la tercera o cuarta generación de líderes
encumbrados después de la independencia (para las ex
colonias portuguesas, Namibia, Zimbadwe y Suráfrica la segunda). En
muchos casos son todavía los herederos de las generaciones históricas
que sin embargo, en muchos casos han experimentado mutaciones que los
han convertido en oligarquías adineradas y corruptas, nacidas no de la
colonización y del tráfico de esclavos sino en la vida independiente.
Las recientes lecciones de países de África del Norte que parecían
consolidados como Egipto, Libia y Túnez, como antes lo fueron las de
Etiopia, Zaire, Eritrea, Ruanda y Burundi, Sierra Leona, Liberia, Costa
de Marfil, más recientemente Sudan y Malí y otros que aportan evidencias
del papel negativo de las elites gobernantes que en lugar de encabezar a
sus pueblos, se suman a quienes los explotan y oprimen. Ojalá Suráfrica no recorra esos caminos. Allá nos vemos.
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