La crisis se ensaña con la clase media. Uno de
cada cuatro trabajadores está desocupado, un récord histórico. La gente
se une para defender sus hogares. Y crecen los suicidios
Hay muchos ejemplos de cómo la clase media va perdiendo señales de
identidad y patrimonio. Hay 970.000 jóvenes españoles sin trabajo, más de la mitad del total . Un jóven que busca trabajo cuenta que son muchos los amigos que tampoco lo encuentran y,
para peor, tienen sus casas hipotecadas. Si no pagan al banco, será el
desalojo y lo perderán todo. Una profesora de francés de un colegio
privado, después de doce años la despidieron hace 4 años. Ya no cobra
ningún subsidio y sobrevive del trueque. Una madre soltera de una nena de dos años.
Recibió 11 meses el subsidio de desempleo y ahora la paga extraordinaria
de 400 euros. Ha intentado conseguir trabajo por todos los medios. De los casi 6
millones de desocupados, dos millones están en el borde de la pobreza
. En una estadística más general, poco más de ocho millones de
españoles son pobres y de ellos dos millones están ya bajo el nivel de
la pobreza.
Los portones de la sede de Caja de Ahorros de
Madrid –con 10 millones de cuentas– están cubiertos por pancartas donde
se denuncia el drama de los “desahuciados”, un
fenómeno de mucha importancia social. Frente al simbólico
edificio, en un
improvisado campamento, familias reclaman que el hecho de
haber entregado sus viviendas sea considerado como el final de la
hipoteca sin más cargos a pagar. Un grupo cuenta la historia de otros tantos: pidieron dinero
para comprar sus casas; después los despidieron de sus empleos; no
pudieron pagar; perdieron las viviendas y, además, debían una cantidad enorme a la Caja –ahora Bankia– después
de la casi quiebra.
Con testimonios dramáticos
se completa el panorama humano de la crisis española. Hay una masa extraordinaria de
desocupados –uno de cada cuatro trabajadores– consecuencia del estallido
de la burbuja inmobiliaria. A su vez, la gran deuda familiar por
las hipotecas, crea otro castigo social que cada vez cosecha más
víctimas. Los españoles eran de los europeos que menos figuraban en las
estadísticas de suicidio. Ahora entre la depresión, una enfermedad que
ha aumentado un 30% en hospitales y consultas, y el fracaso de la vida
hogareña centrado en la vivienda que se pierde, se han multiplicado en
un 34%.
Grupos de vecinos y organizaciones juveniles luchan con la policía para evitar los desalojos. Las escenas son desgarradoras y las transmite la televisión. José Miguel Domingo esperó la llegada de la policía que venía a desalojarlo de su casa en Granada. Tenía 53 años y se ahorcó en un patio interior de su vivienda. Manuel G.B. se encontraba en su vivienda junto a su mujer cuidando a su hijo con una fuerte depresión. De pronto, sonó el timbre que anunciaba a quienes iban a echarlos por no pagar al banco. Manuel le dio un beso a su hijo, se acercó a una ventana y se arrojó. Sobrevivió, pero su vida aún corre peligro.
Grupos de vecinos y organizaciones juveniles luchan con la policía para evitar los desalojos. Las escenas son desgarradoras y las transmite la televisión. José Miguel Domingo esperó la llegada de la policía que venía a desalojarlo de su casa en Granada. Tenía 53 años y se ahorcó en un patio interior de su vivienda. Manuel G.B. se encontraba en su vivienda junto a su mujer cuidando a su hijo con una fuerte depresión. De pronto, sonó el timbre que anunciaba a quienes iban a echarlos por no pagar al banco. Manuel le dio un beso a su hijo, se acercó a una ventana y se arrojó. Sobrevivió, pero su vida aún corre peligro.
Fuente: Juan Carlos Algañaraz, desde Madrid, Clarín
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