El cinismo de la UE que bombardea, según ellos "en apoyo a las revoluciones árabes democráticas" y por otro lado se niegan a brindar ayuda a los refugiados
El incremento de las barcazas que intentan llegar desde Túnez y Libia a las costas de Lampedusa y Malta ha desencadenado una polémica que estalló cuando el prefecto francés de Alpes Marítimos ordenó detener el tráfico ferroviario procedente de la localidad italiana fronteriza de Vintimiglia en dirección a la ciudad francesa limítrofe. El Gobierno italiano había criticado la insolidaridad francesa y alemana, por no acceder a repartir la carga de más de 25.000 personas llegadas a Italia desde la revolución democrática en Túnez y Libia. Ahora, Italia denuncia la violación al principio de libre circulación y Francia alega que ya denunció la decisión italiana de otorgar permisos temporales extraordinarios a inmigrantes ilegales, encaminada a que los que habían llegado a Italia pasaran a otros países, violando acuerdos sobre control de inmigración ilegal.
En el cruce de acusaciones sobre la violación de la legalidad comunitaria (el Convenio de Schengen) hay argumentos técnico-jurídicos que ambos pueden invocar. Pero lo verdaderamente relevante es constatar que no existe una voluntad política europea ante problemas básicos y que la UE es incapaz de mantener un mínimo de coherencia entre los principios que proclama y los intereses de los Estados miembros respecto al principio de los derechos humanos y concretamente respecto a su retórica de ayuda a las revoluciones democráticas, que ignora la crisis de refugiados que se ha producido. ¿Acaso no es una necesidad primordial hacer frente a una crisis que en Túnez y Libia ha obligado a huir a miles de personas (más de 25.000 desde Túnez, casi 5.000 desde Libia) en busca de refugio y en condiciones que han provocado naufragios y muertes? Los países de la UE tienen obligaciones jurídicas como Estados parte que han ratificado los Tratados de Ginebra y el Protocolo de Nueva York sobre derechos de los refugiados: ¿es tanta la dificultad como para impedirles cumplir con ellas y acoger a personas necesitadas? La inactividad de la UE parece la prueba de que el derecho de asilo vive la paradoja de ser cada vez más necesario y cada vez más negado y más caro.
No se puede negar la complejidad de esta situación. Pero, la crisis era previsible y se podían haber adoptado medidas previas. Además, tampoco hay que dramatizar sobre su envergadura, como ha recordado Van Rompuy. Sin embargo, los Estados de la UE una vez más han respondido a esta emergencia humanitaria bajo el síndrome de mostrar firmeza ante la invasión de inmigrantes ilegales, la obsesión de que no se pase ningún inmigrante económico ilegal. Pero, más allá de que no se justifica esta feroz animadversión a los inmigrantes, erigidos en supuesta terrible amenaza, lo único grave es el cinismo en el apoyo a esas revoluciones y que ahora nos negamos a ayudar en las necesidades urgentes que son su costo.
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