Cada generación de periodistas de guerra tiene sus muertos. A menudo, son los mejores. Muertes que impactan en los demás porque recuerdan que no existen los inmortales, que las guerras destruyen, hieren, mutilan. Donde caen soldados y milicianos, caen periodistas. Las muertes del fotógrafo británico Tim Hetherington y del estadounidense Chris Hondros, en la ciudad libia de Misrata, han conmocionado a una profesión sacudida por la crisis, la incertidumbre y la escasez publicitaria. Se acabaron los tiempos de las grandes coberturas sin límite de gasto; ahora se cuenta cada euro como si fuera el último de un manantial que se seca.
domingo, 1 de mayo de 2011
Siempre demasiado cerca
Cada generación de periodistas de guerra tiene sus muertos. A menudo, son los mejores. Muertes que impactan en los demás porque recuerdan que no existen los inmortales, que las guerras destruyen, hieren, mutilan. Donde caen soldados y milicianos, caen periodistas. Las muertes del fotógrafo británico Tim Hetherington y del estadounidense Chris Hondros, en la ciudad libia de Misrata, han conmocionado a una profesión sacudida por la crisis, la incertidumbre y la escasez publicitaria. Se acabaron los tiempos de las grandes coberturas sin límite de gasto; ahora se cuenta cada euro como si fuera el último de un manantial que se seca.
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