La protesta española se ha incubado en la universidad, los jóvenes apoyados por profesores e intelectuales, consideraron que es hora de hacerse oir, de hacer callar a los que los acusan de inmovilismo, pese a tener una desocupación que supera el 40%. El director del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Khan, los calificó como la "generación perdida". Pero hoy, mientras el FMI busca sustituto para su director. Ellos resisten. Es una generación que intenta sacudirse el sobrenombre de ni-ni: ni estudia, ni trabaja. Hay un descontento general y la indignación que sienten por la crisis los hizo salir a la calle. El movimiento comenzó el 15 de mayo, cuando miles de personas llenaron la Puerta del Sol, en Madrid, y miles más se concentraron en numerosas ciudades españolas, tras una convocatoria a través de Internet. El movimiento se ha ganado las simpatías de ciudadanos defraudados con la clase política. Desempleados, trabajadores precarios, hasta jóvenes estudiantes sin futuro laboral, pasando por profesionales que simplemente desean renovar la clase política. Las calles se llenan de gente indignada que desafia cualquier prohibición y cualquier predicción. Como en "La autopista del sur" de Cortázar, un hecho extraordinario ha creado una nueva realidad con una dinámica propia. El movimiento del 15M, ha dado lugar a un micromundo que se hace y gira al mismo tiempo, en sentido contrario al que venía siendo cotidiano. Un cartel que decía "si vosotros no nos dejais soñar, nosotros no los dejaremos dormir", me pareció maravilloso. Es un ejemplo a imitar, obligar a los gobernantes que dejen vivir y soñar a su representados, y no a sobrevivir, optando siempre por el mal menor.
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