Berlín emite constantes señales que suscitan la desconfianza de los
mercados hacia París y trata de probar que Francia, el aliado insumiso, pone en peligro la estabilidad
de Europa.
Por Eduardo Febbro, desde París
El lobo liberal volvió a mostrar los dientes para atacar a quien es
aún su aliado más insumiso: Francia. En un momento en que París está
bajo la presión de Alemania y del selecto club de la doctrina
liberal llamado “la troika”, compuesto por el Fondo Monetario
Internacional, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea, el
semanario británico The Economist publicó una nota de tapa muy agresiva
contra París. Según este medio, Francia es “una bomba de tiempo en el
corazón de Europa”. El semanario ultraliberal pone a París como la
próxima víctima de la crisis debido, asegura, a la incapacidad del
presidente socialista Hollande de llevar a cabo las reformas
que los ortodoxos del mercado juzgan inevitables.
En este dossier especial de 14 páginas consagrado a Francia, The
Economist no ahorra ni palabras, ni imágenes, empezando por la de su
tapa. La última edición del semanario aparece con la foto de siete
baguettes (el pan francés) envueltas en una cinta con los colores de la
bandera francesa y una mecha como si fueran barras de dinamita. El
modelo social francés, sus 35 horas de trabajo por semana, las generosas
vacaciones de que gozan los trabajadores, los innumerables subsidios
que ayudan a la gente, el seguro de desempleo, la jubilación a los 60
años para muchas categorías socio-profesionales y, en cifras concretas,
el 56 por ciento del PIB consagrado al gasto público constituyen la
trama de la llamada “excepción francesa” que el liberalismo busca
erradicar. Ese Estado de Bienestar está en el objetivo de quienes, desde
Berlín, presionan a Francia para que aplique reformas estructurales, o
sea, corte el flujo de fondos públicos y disminuya el peso del Estado.
La publicación le augura a Francia el mismo destino que a Grecia,
España, Portugal, Italia e Irlanda, tanto más cuanto que, afirma, los
mercados han sido hasta ahora “indulgentes” con Francia. Nada parece
conformar a los guardianes del dogma liberal, ni siquiera el fabuloso
regalo que François Hollande les hizo a las empresas para que éstas
aumenten su competitividad: 20.000 millones de euros en créditos
fiscales financiados con el aumento del IVA. Esas medidas “son tardías e
insuficientes”, escribe el semanario para quien Francia “podría
convertirse en el peligro más grande para la moneda única europea”.
The Economist nunca ha sido tierno con París. Hace unos meses, la
publicación había calificado al jefe de Estado francés como “el
peligroso señor Hollande”. Ahora fue más lejos y esbozó el psicodélico
retrato de un país prácticamente asfixiado por el peso del Estado, el
desempleo, el déficit exterior y las numerosas trabas a la iniciativa
privada. Es cierto que Francia es bastante complicada en todo lo que
tiene que ver con la iniciativa individual y privada pero, en
contrapartida, mantiene un sistema de protección social de altísimo
nivel. Y eso es precisamente lo que está hoy y más que nunca en la mira
neoliberal: la implementación de “sustanciales y dolorosas reformas” es
el único camino de salvación. Se trata, en suma, de eliminar el Estado
Social francés que tantos recelos y envidias suscita.
El ataque feroz de The Economist al sistema francés es el último
eslabón de una cruda ofensiva nacida en Berlín y en Bruselas. Alemania,
el FMI y las instancias políticas y financieras del Viejo Continente
aprietan a París para que acelere las reformas. La papisa de la ofensiva
es la canciller alemana Angela Merkel. La señora Merkel parece
determinada a hundir a François Hollande mientras éste no acepte repetir
el libreto reformista dictado por Berlín. Angela Merkel se muestra
empeñada en vengarse del jefe de Estado francés luego de que Hollande,
en mayo pasado, le disputara el liderazgo de la conducción europea.
Hollande salió al paso del pensamiento único emitido desde Berlín con el
credo sin salida de la austeridad. François Hollande le interpuso la
idea de crecimiento y rehusó la idea de que el destino común tuviese la
austeridad como único horizonte. Berlín emite constantes señales que
suscitan la desconfianza de los mercados hacia París y trata de probar
que la situación francesa, o sea, el modelo francés, pone en peligro la
estabilidad de toda Europa. El ministro alemán de Finanzas, Wolfgang
Schäuble, le encargó a un panel de expertos alemanes la elaboración de
un informe sobre el estado de la economía francesa y sobre la real
voluntad de Francia de llevar adelante reformas estructurales.
Francia es una excepción que pone los pelos de punta de los
liberales. Estos no aceptan que el Estado siga siendo el actor
predominante de la sociedad. El Fondo Monetario Internacional y Alemania
son dos acérrimos críticos de la política de François Hollande y los
principales agitadores del espectro del desastre. El Fondo fue un águila
en acción cuando criticó el aumento de impuestos decidido por el
Ejecutivo hace unas semanas. Según el FMI, ese incremento “puso a
Francia en una situación de desventaja frente a sus socios europeos”.
Para el gran carcelero de las políticas neoliberales es urgente que
Francia realice “recortes en el gasto público”. Berlín pone en
circulación el mismo mensaje y sin ningún tapujo. Uno de los consejeros
de Angela Merkel, Lars Feld, a la vez director del Instituto Walter
Eucken, dijo hace poco que “el problema mayor de la Eurozona no está en
Grecia, ni en España, ni en Italia. El problema es Francia”. Feld sitúa
el problema en la ausencia de reformas, en la pesadez de su mercado
laboral y en el hecho de que “Francia es el país de la Zona Euro donde
la gente trabaja menos horas al año”.
Alemania pasó de aliado a antagonista violento. Cuando hace unas
semanas casi cien grandes empresarios franceses lanzaron un
contraprograma e impugnaron la política fiscal de Hollande, el ex
canciller socialdemócrata Gerhard Schröder se sumó a los ejércitos
neoliberales para apoyar esas demandas. La guerra entre París y Berlín
por las reformas es tal que Le Monde publicó un demoledor
retrato de la canciller Angela Merkel donde su autor, el sociólogo y
filósofo Ulrich Beck, trataba a la señora Merkel de “nuevo Macchiavello
de Europa”. Arañada por la crisis, vapuleada por sus socios europeos que
izan en cada esquina las banderas de un modelo liberal sin lugar para
la política social, París resiste. País rebelde y con una tradición
igualitarista, Francia está en una encrucijada mayor, con un presidente
socialdemócrata a quien el ultraliberalismo asfixia para que corrija el
modelo.
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