El proceso de la adolescencia es un confrontación con muchas situaciones donde se encuentra expuesta la autoestima y la rivalidad con otros u otras. Cuando ha avanzado en su desarrollo sin mayores heridas previas, sin situaciones familiares o personales que generen situaciones traumáticas o derrumbes de su amor propio, o de estructuras psíquicas que regulan la moral y sus acciones, el adolescente puede soportar rivalidades, la envidia o violencia que puede generarle el otro.
En jóvenes que han tenido perturbaciones, desestabilizaciones en su vida familiar, heridas a su autoestima en edades tempranas, la violencia y el odio, que se generó antes, puede en la adolescencia convertirse en destructividad que la lleva a la violencia, sin un pensamiento regulador que mida las consecuencias de su acto. El sujeto violento se venga sin consciencia de situaciones de su infancia y su víctima representa personajes de su pasado. Su acto es parte de un delirio y el goce en su destructividad no guarda relación con la afrenta. La situación de conflicto que despertó la violencia es un disparador.
En jóvenes que han tenido perturbaciones, desestabilizaciones en su vida familiar, heridas a su autoestima en edades tempranas, la violencia y el odio, que se generó antes, puede en la adolescencia convertirse en destructividad que la lleva a la violencia, sin un pensamiento regulador que mida las consecuencias de su acto. El sujeto violento se venga sin consciencia de situaciones de su infancia y su víctima representa personajes de su pasado. Su acto es parte de un delirio y el goce en su destructividad no guarda relación con la afrenta. La situación de conflicto que despertó la violencia es un disparador.
A. Rascovsky, Presidente la Asociación Psicoanalítica Argentina
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