viernes, 7 de febrero de 2014

Los ecos del grito de Trosky

A los traidores de la historia. A los grandes y pequeños; a los vocacionales y advenedizos; a los que no pudieron desprenderse de su mala conciencia y, a los que no lo fueron porque no tuvieron la oportunidad

El hombre que amaba a los perros, es un novela histórica del escritor cubano Leonardo Padura, con hechos reales y ficción que trata sobre el exilio de Liev Davídovich -Trotsky-, que culmina con su asesinato en  manos de Ramón Mercader, comunista catalán, combatiente republicano de la guerra civil española, que fue entrenado por el servicio secreto ruso. La novela es un fiel reflejo del contexto social y político del momento y recorre hechos cruciales del siglo XX, desde la Unión Soviética  a la Guerra Civil española, la II Guerra Mundial y la revolución cubana, en un sueño deformado por el aparato stalinista y las disputas internas de poder. Aunque la Revolución Rusa, más que un sueño de justicia e igualdad, fue el gran acontecimiento del siglo, revolución traicionada por la burocracia de funcionarios, siendo esto posible por el aislamiento internacional y el triunfo del facismo en Alemania. Padura cree que en el fondo Mercader, quien falleció en Cuba en 1978, también fue una víctima, fue un hombre que obedeció y su obediencia lo llevó a ejecutar un crimen brutal y cobarde. No le sirvió de nada, porque lo destinaron al ostracismo, primero en Moscú y luego en Cuba, viviendo con otra identidad. El grito de rabia y dolor del creador del Ejército Rojo, que llenaría de pesadillas los sueños de Mercader hasta su muerte, fue el grito de la revolución traicionada, uno de los experimentos políticos más ambiciosos de la historia, que en 1917 fue la esperanza de millones de trabajadores en todo el mundo. El libro trata sobre la pasión, el miedo y el dolor pero sobre todo sobre la desilusión por la gran utopía perdida. Sin utopías no se puede soñar ni avanzar. Hay una anécdota que ilustra qué es una utopía y por qué es necesaria: un estudiante le preguntó a un director de cine, para qué servían las utopías y él le contestó: “la utopía siempre está lejos de ti, cuando avanzas en su búsqueda, la utopía se aleja, si avanzas diez pasos ella se aleja diez pasos, si crees acercarte, ella se aleja más, entonces…¿Para qué sirven las utopías? Pues sirven para eso, sirven para caminar”.

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