sábado, 12 de julio de 2014

La canción que irrita a Brasil

Antonio Jiménez Barca

En el metro, camino del estadio Itaquerão, donde dentro de media hora se disputa la segunda semifinal, entre Holanda y Argentina. Un grupo de hinchas argentinos, vestidos todos con la camiseta de Messi, comienzan, a voz en grito, con la irritante canción de moda, ya saben, la concebida para tocar las narices (no sólo las narices) a los brasileños en su propio terreno: “Brasiiiiil deciiiíme qué se sienteeeee, al teneeeeer en casa a tu papá”.

No ha pasado ni un día desde el funesto 7-1 que ha dejado al país devastado. Algunos brasileños, sentados en los asientos del vagón, miran educadamente por la ventana el paisaje gris y lluvioso de São Paulo de esta tarde o su propio reflejo en el cristal mojado; otros miran para los argentinos y sonríen con una media sonrisa que puede significar cualquier cosa. Pero nadie contesta, nadie responde. Después de varias estaciones, es un hincha holandés de unos sesenta años el que, en un portugués pedregoso pero comprensible, canta la contra-canción concebida hace días para contrarrestar a la argentina, que alude al número de copas del Mundo de Brasil (5) frente al de Argentina (2). Entre que la canción es menos pegadiza que la argentina, que el holandés, la verdad, tiene poca gracia, y que la hinchada local tiene pocas ganas de fiesta, el intento fracasa, el holandés retrocede a una esquina del vagón y los argentinos, sonrientes, vuelven a la carga machaconamente: “Brasiiil, deciiiiiime qué se sienteeeeeee”.

A la salida del estadio, con el pasaporte de la final en el alma, los argentinos caminan en dirección al metro. Algunos hablan con los aficionados brasileños, amigablemente, otros sonríen a los holandeses, se encojen de hombros, como diciendo, “el fútbol es así, hermano”. Un hombre de unos 40 años con la camiseta de Messi asegura, doctamente: “Alemania será más difícil”.

A la salida del metro, camino de casa, uno, solo, contagiado por la euforia argentina, se da cuenta de que sin querer va tarareando en voz baja: “Brasiiiil, deciiiime qué se sienteeeeee”.

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