El periodista Glenn Greenwald, quien en The Guardian publicó los documentos que filtró Snowden, habló con Clarín en Río de Janeiro. Afirmó que el gobierno de EE.UU. le ha mentido a todo el mundo
Greenwald y su novio en Río |
Por Augusto Assía
En el bar de un hotel de Río de Janeiro,
Glenn Greenwald no mira nervioso de lado a lado, no habla con el
cuello del gabán levantado, ni fuma compulsivamente un cigarro tras
otro. Todo lo contrario. Se le ve relajado, viste un pantalón corto y
una playera deportiva. Parece un turista más dispuesto a
disfrutar del Río tropical y no uno de los hombres más espiados y
acosados del planeta. La clave está en la mochila que esconde entre las
piernas. En ella hay más de 20.000 documentos que han puesto en jaque la
seguridad mundial, ha colocado en el punto de mira a Facebook,
Microsoft, Apple y Google y ha tensado las relaciones de Estados Unidos
con medio mundo.
Gracias estos documentos supimos también que no
sólo millones de brasileños y la empresa estatal de petróleos,
Petrobras, sino también su teléfono personal y el correo electrónico
personal fueron espiados por la NSA (National Security Agency). ”El
espionaje tiene que ver con petróleo, energía y con intereses económicos
y no con la seguridad nacional”, asegura Greenwald. “Abrí un
archivo y quedé impresionado. Cuando abrí el segundo, me di cuenta de
que estaba ante algo fuera de lo normal”, explica al recordar aquel día cuando recibió de manos de Snowden el primer material.
“Yo había trabajado antes con documentos secretos pero esto era un
escándalo global porque estábamos hablando de empresas como Skype, Google, Facebook y Apple que son utilizadas para la comunicación mundial”. Todos esos documentos están ahora en la mochila de colegio que guarda entre las piernas mientras bebe. “Siempre
la llevo conmigo, aunque tengo varias copias”, dice. “La información está cifrada; así que, si me la roban, el
ladrón no tendrá nada”.
–¿Pero ustedes son acusados de traidores y hacer el trabajo a los terroristas?
–Sí,
claro y eso es inevitable porque en EE.UU., cuando tú publicas algo que
el gobierno no quiere, te llaman terrorista y más después del 11-S,
pero no fue muy eficaz. Todo el mundo sabe que estamos contando que
personas inocentes, gente normal, está siendo espiada, por eso no ha
funcionado decir que somos traidores.
–¿Por qué no usar WikiLeaks?
–
Snowden podía haber subido todo a Internet o ir a WikiLeaks, pero vio
lo que pasó con Bradley Maning (detenido en una cárcel estadounidense) y
pensó que la mejor estrategia era hacer las publicaciones a través de
medios convencionales. No quería que pensaran que somos terroristas o
irresponsables y dejar ahí la información en Internet nada más. No, él
quería recurrir a los periódicos tradicionales porque son medios en los
que los norteamericanos confían.
–¿Cómo trabaja?
–Snowden
guardó todos los documentos y los archivó extremadamente bien. Había 15
carpetas, dentro de cada una hay otras 25 y en cada una de ellas otras
diez más. Está todo ordenado por temas. Él sabía exactamente lo que
había y lo importante que es, pero nos dio libertad absoluta para elegir
lo que publicamos. No hablo de documentos antes de hacer la
investigación periodística. Antes de publicar nada, yo pregunto al
gobierno de EE.UU. por que no debería sacar esos papeles. Escucho sus
argumentos y tomo mi decisión. Hay que decidir muy cuidadosamente qué
cosas publicar y cómo van a involucrar a la gente.
–Según los documentos que posee ¿cómo clasifica a los países?
–Hay
tres tipos de países: unos, que colaboran con los Estados Unidos, y no
les espían a su población, salvo que se lo pidan, y que son
principalmente países de habla inglesa como Canadá, Gran Bretaña o
Australia. Otros, que no trabajan con los Estados Unidos pero a los que
sí espía, y que son enemigos como Venezuela, Irán, Corea del Norte o
China. Y un tercer grupo en el que se encuentran la mayoría de los
países. Como Francia, España o la India y que colaboran con los EE.UU.
en diferentes niveles.
Hasta el mes de junio, Greenwald era un
periodista relativamente conocido en EE.UU., experto en leyes y autor de
cuatro libros y centenares de columnas sobre derechos civiles y
privacidad en las comunicaciones. Pero cuando Edward Snowden se robó
decenas de miles de documentos secretos de la NSA, (National Security
Agency), lo primero que hizo fue contactarlo y luego ponerse a salvo en
Hong Kong. Snowden no sólo buscaba al periodista por su trayectoria,
sino también por una metodología lenta y rigurosa que le impide dar más
detalles sobre los documentos no contrastados, entre ellos todo lo
referido a Argentina. “Se me ha presentado una oportunidad única en la
carrera que ningún periodista podría rechazar” dijo semana cuando
anunció que dejaba su puesto en The Guardian.
¿Ha sufrido amenazas, se siente acosado?
–Pasó
un incidente en Hong Kong. Snowden me había dicho lo importante que era
tener otra copia de los documentos en manos de alguien de confianza.
Entonces hablé con David (Michale Miranda, su pareja brasileña) por
Skype para decirle que le mandaría una copia encriptada de los
documentos. Finalmente, nunca lo hice porque no sabía cómo hacerlo y 48
horas después le robaron su laptop de la casa. Desde que empezamos con
las publicaciones, el abogado de The Guardian me advirtió que mis movimientos iban a ser seguidos, mis correos leídos y mis llamadas escuchadas.
–¿Cómo vivió la detención de David, su pareja?
–Era
la primera vez que me sentí impotente ante lo que le estaban haciendo a
la persona que más quiero en el mundo. En ese momento, me di cuenta de
que era la consecuencia lógica de haber desafiado a grandes
líderes del mundo y hemos publicado sus documentos secretos.
–¿Se ha perdido la confianza en los Estados Unidos?
–Barack
Obama dijo que recopilaba toda esa información (de las compañías
telefónicas y servidores de Internet) para luchar contra el terrorismo,
pero la gente se dio cuenta de que están mintiendo a todo el mundo y que
detrás del espionaje hay intereses políticos y económicos. Ahora hay
una conciencia sobre el peligro de conceder a EE.UU.una posición
dominante en el mundo.
–Mucha gente opina que no le importa ser espiada porque no tiene nada que esconder. –
No es cierto. Y la prueba de ello es que todo mundo tiene una clave
para acceder a su correo o su Facebook y también poner llaves a sus
puertas. La gente entiende el valor de tener su privacidad y una
sociedad que acepta el espionaje respira conformidad.
–¿Ha logrado algo con su trabajo?
–
Logramos mucho. Hay un cambio radical en la forma en que los propios
estadounidenses piensan acerca de la vigilancia y la privacidad. Desde
los ataques del 11–S, el 80 por ciento de los estadounidenses estaba más
preocupados por la amenaza del terrorismo que por los recortes del
gobierno a las libertades individuales. Este año, bajó al 40 por ciento,
y eso es un resultado directo de nuestro trabajo. Paralelamente, hay
varias iniciativas del Congreso para reducir los fondos a la agencia NSA
gracias a que conservadores y liberales, que nunca están de acuerdo en
nada, casi lo logran.
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