WikiLeaks. Assange, Manning y Snowden desnudan los secretos del poder en un nuevo terreno de batalla informativa.
Por Horacio Bilbao
Este artículo habla de hechos concretos del pasado, pero remite a uno de
los desafíos político-comunicacionales que nos interpelarán en los
próximos años. La fecha, el 28 de noviembre de 2010, no es casual, ese
día WikiLeaks difundió la que sería la mayor filtración de cables
diplomáticos secretos y confidenciales de la historia. Lo hizo de manera
simultánea con los diarios El País, Le Monde, Der Spiegel, The Guardian
y The New York Times, pero todas las miradas recayeron sobre Julian
Assange, el fundador del sitio. WikiLeaks animaba desde su fundación, en
2006, una versión siglo XXI de la vieja guerra comunicacional. Ahora se
podía batallar con mucho menos poder, desde la trinchera ciberpunk,
desde el mundo hacker. Pero los riesgos no eran menos terribles.
Assange, al igual que Chelsea Manning y Edward Snowden, están
encerrados. No los acusan de usar armas químicas, pero los tres son
perseguidos. Contra Assange recae una dudosa denuncia por violación;
Manning, soldado y analista de inteligencia del ejército de los Estados
Unidos fue condenado a una pena de 35 años de prisión por filtrar muchos
de los documentos que publicó WikiLeaks, y Snowden, un ex empleado de
la CIA y de la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense, juega a las
escondidas contra el mayor vigilante del mundo tras haber publicado
documentos que desnudaban el programa de vigilancia PRISMA del cual
Obama todavía no sabe qué decir. “Nos enfrentamos contra el poder del
viejo orden, contra su capacidad de silenciar a la gente”, dice Assange,
refugiado desde diciembre de 2010 en la Embajada de Ecuador. Es una
pelea contra los poderosos del mundo. Y en esta pelea, los medios son
actores de reparto. ¿Y las grandes compañías de Internet? Gracias a
Snowden hemos visto cómo los pulpos de la Web facilitan la vigilancia
masiva de las redes y teléfonos de los usuarios. Ya lo sabíamos.
“Internet está vigilada pero no controlada”, sostiene el sociólogo
Manuel Castells. Allí, resiste la esperanza. Assange, que asesoró a
Snowden, dijo que “con el intento del gobierno de Obama de aplastar a
estos jóvenes informantes con acusaciones de espionaje, está destruyendo
a una generación”. Habla de un grupo de chicos que comparten sus ideas y
descubrimientos con los demás. Activismo tecnológico contra los estados
despóticos, los sistemas informáticos privados y la inercia timorata de
los medios. Demasiados frentes para una batalla que recién empieza.
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