Simon Jenkins, The Guardian
Los días del imperio británico terminaron y mantener los que en el
pasado fueron territorios estratégicos, como Gibraltar, supone una
reliquia del pasado. El floreciente éxito de Gibraltar como paraíso
fiscal exaspera a un vecino golpeado por la crisis, aunque su futuro
parece asegurado. No hay nada que supere un portaaviones. El HMS Illustrious salió de
Portsmouth el 12 de agosto, delante de la fragata HMS Victory y de
multitud de patriotas vitoreando a las embarcaciones. En una semana
llegaba a Gibraltar, a un tiro de cañón del Cabo Trafalgar. El pecho de
la nación se hincha de orgullo y se contienen las lágrimas. El espíritu
olímpico se deja a un lado para chamuscar las barbas del rey de España.
El imperio británico ha dado mucho que hablar, pero eso se acabó,
está muerto, se esfumó. La idea de un buque de guerra británico
supuestamente amenace a España es absurda. ¿Acaso va a bombardear Cádiz?
¿Sus cañones acabarán con un atasco en la hora punta en una colonia que
la mayoría de los británicos consideran repleta de evasores fiscales,
traficantes de drogas y quejicas de derecha? Los gibraltareños tienen
derechos, pero por qué deben enviar los contribuyentes británicos unos
barcos de guerra para defenderlos, aunque sea “para realizar ejercicios
militares”, es todo un misterio.
Un estudio sobre las polémicas colonias británicas, Gibraltar y las
Malvinas, sólo puede aportar dos conclusiones. Una es que la reclamación
que hace sobre ellas Gran Bretaña según el derecho internacionales es
totalmente sensata, la otra es que actualmente es una absoluta
ridiculez. Los Estados naciones del siglo XXI ya no tolerarán la más mínima
humillación de soportar los restos de los imperios de los siglos XVIII y
XIX. La mayoría de los imperios europeos surgió de la “realpolitik” del
poder, sobre todo los Tratados de Utrecht (1713) y de París (1763). Esa
misma “realpolitik” ahora ordena su desmantelación. Una de las primeras
finalidades de las Naciones Unidas era conseguir precisamente eso.
Por supuesto, las personas que viven en estas colonias tienen derecho
a que las tengamos en cuenta, pero esos derechos nunca se han
antepuesto a la realidad política. Tampoco lo ha exigido Gran Bretaña,
al menos cuando las circunstancias así lo dictaban. A los residentes de
Hong Kong y de la isla de Diego García no se les consultó, ni tampoco se
les concedió la “autodeterminación”, cuando Gran Bretaña quiso tirarlos
al cajón del olvido de la historia. Hong Kong se entregó a China en
1997, cuando finalizó la cesión de los Nuevos Territorios. El Pentágono
exigió la isla de Diego García y se le entregó en 1973. A los británicos
de Hong Kong se les negó el pasaporte y los habitantes de Diego García
fueron desalojados sumariamente a Mauricio y a las Seychelles.
La seguridad de Gran Bretaña no depende de estos lugares. Tampoco de
estaciones carboneras en el Atlántico. Francia sobrevive sin poseer
Senegal y Pondicherry, y Portugal sin Santo Tomé y Goa. Cuando los
indios se apoderaron de Goa en 1961, el mundo no se opuso. De hecho, el
plan de invasión argentino en las Malvinas en 1982 se denominó Operación
Goa, ya que Buenos Aires asumió que también se consideraría una acción
de limpieza post-imperial. Las reliquias del imperio británico ahora sobreviven en los
intersticios de la economía global. Son las grandes beneficiarias de la
hemorragia fiscal que se ha producido como resultado de la globalización
financiera. Muchas se han convertido en sinónimo de corrupción. Las
autoridades fiscales estadounidenses no ocultan su furia ante la
situación de Bermudas. George Osborne se ha propuesto cazar a los
evasores fiscales de las Islas Caimán y las Islas Vírgenes Británicas.
España se queja desde hace tiempo de la función de Gibraltar a la
hora de facilitar el contrabando, el blanqueo de dinero y las apuestas
en el extranjero, más allá de su propio alcance normativo. Esto
desembocó en un informe del FMI de 2007 sobre las deficiencias en la
normativa financiera de la colonia. La condición de paraíso fiscal de
Gibraltar le ha aportado un exceso de riqueza, lo que aviva la ira de
España por el hecho de que tanto dinero fluya libre de impuestos por lo
que considera su propio territorio.
Estas colonias afirman ser “más británicas que los británicos”,
aunque no paguen ningún impuesto a Reino Unido y sirvan de paraísos
fiscales para los fondos de Gran Bretaña. Gibraltar se ha especializado
en particular en las apuestas por Internet. Las colonias juran lealtad a
la corona, pero no a sus autoridades fiscales ni a su política
financiera. Son parques de atracciones churchilianos con buzones rojos,
“fish and chips” y cerveza caliente. Pero quieren seguir disfrutando de
las ventajas sin obligaciones. Cuando los vecinos se enfadan, exigen a
los que pagan impuestos que les protejan y les envíen soldados,
diplomáticos y abogados en su ayuda.
En el argumento jurídico entre Gran Bretaña y España, sale ganando
Gran Bretaña. Aunque Gran Bretaña no se uniera al espacio Schengen de
libre circulación fronteriza, supuestamente todos los Estados de la UE
facilitan el movimiento de sus ciudadanos. El cobro de entrada de 43
libras propuesto por España es excesivo. Podría resultar irónico que
los ministros conservadores plantearan su causa ante los odiados
tribunales europeos, pero es el lugar al que tendrían que acudir.
Recurrir a la justicia es mejor que fingir una guerra.
Dicho esto, es inconcebible que un intermediario sincero no pueda
resolver esta disputa de hace siglos. En varias ocasiones, Gran Bretaña
ha intentado llegar a un acuerdo de compromiso sobre la soberanía de
Gibraltar. Margaret Thatcher inició las conversaciones en 1984, tras
resolver con éxito la situación en Rodesia y Hong Kong. Los españoles
ofrecían a Gibraltar un estatus de transferencia total, como los vascos y
los catalanes, respetando su idioma, su cultura y un grado de autonomía
fiscal. Tal y como ha demostrado el caso de Hong Kong, la transferencia
de soberanía no quiere decir absorción política.
La maldición en este caso ha sido la ineptitud española que ha
intensificado la intransigencia gibraltareña. Los embotellamientos en
las fronteras son contraproducentes para ganarse los corazones y las
mentes, al igual que los torpes aterrizajes argentinos en las Malvinas.
España exigía la soberanía ya, a pesar de contar con colonias en el
norte de África. Esto puso a los Gobiernos británicos contra la pared y
los hizo vulnerables ante los lobistas coloniales que blandían la
exigencia de la autodeterminación. El referéndum celebrado en Gibraltar
en 2002 se saldó con un 98% de apoyo para seguir manteniendo el estatus
de colonia y en una votación en las Malvinas se obtuvo un resultado
similar. Dista mucho de la disposición de Thatcher de entregar Hong Kong
y aceptar la “soberanía con reserva de usufructo” de Madrid y Buenos
Aires.
Lo cierto es que las colonias convertidas en paraísos fiscales de
Gran Bretaña se sienten más seguras que nunca, consagradas por la
historia con la protección británica y libres para echar un vistazo por
el lado oscuro de la economía global para obtener dinero. Esto ha
engendrado una tribu de británicos bañados en oro que viven en un mundo
paralelo perpetuo. Cuando le pregunté a un gibraltareño que afirmaba ser
“150% británico” por qué no debía pagar al menos el 100% de los
impuestos británicos, me respondió: ”¿Y por qué tengo que pagar a unas
personas que están a miles de kilómetros de distancia?”.
Aunque nieguen la lógica de la historia y la geografía, ni Gibraltar
ni las Malvinas estarán jamás realmente “seguras”. Algún día estos
vestigios se fusionarán de alguna forma con sus territorios interiores y
dejarán de ser la china en el zapato de las relaciones internacionales.
Ese día estará más cerca si los Gobiernos del mundo emprenden acciones
para acabar con los paraísos fiscales.
Mientras, los habitantes de Gibraltar pueden seguir votando para
“seguir siendo británicos” todo el tiempo que quieran. Pero si no
aceptan los impuestos y las disciplinas que aceptan la mayoría de
europeos, mientras se quedan con los negocios de los centros financieros
de Europa, no pueden esperar que ningún Estado de la UE les proteja.
Una fila ocasional de seis horas en La Línea es un bajo precio a pagar
por negarse a formar parte del mundo real.
Anexo
“Una absurda disputa”
Con el objetivo de poner fin a la disputa sobre Gibraltar, que
comenzó ya en julio, tanto el presidente Mariano Rajoy como el primer
ministro británico David Cameron han instado a la Unión europea para
mediar en el contencioso. Y esto tras unos días de creciente tensión que
demuestran “el mejor ejemplo de cómo no ejercer la diplomacia”, afirma
el exdiputado laborista británico Denis Macshane en el diario español El
País.
Según el expolítico (que provocó una importante polémica en el pasado
por gastos parlamentarios injustificados), las tensiones en la verja
gibraltareña son el resultado de las similitudes entre el líder
conservador británico y su homólogo español: David Cameron y Mariano Rajoy son más parecidos de lo que están
dispuestos a reconocer. Los dos son unos líderes nacionales débiles, que
no tienen un auténtico control de la marcha de la política. Los dos
están hartos de la UE. Los dos tienen un terrible problema de paro
juvenil. Los dos se enfrentan a unas regiones-naciones, Cataluña y
Escocia, que no quieren integrarse por completo en las entidades que
constituyen el Reino Unido y la España castellana. Los dos países
tuvieron grandes imperios, unos sueños que se resisten a desaparecer y
persisten en los símbolos de la monarquía.
Los dos tienen grandes problemas relacionados con la financiación de
sus partidos […] Los dos poseen peculiares enclaves coloniales, Ceuta y
Melilla en el caso de España, y las Malvinas y Gibraltar en el caso de
Gran Bretaña. […] Entonces, ¿por qué esta absurda disputa entre dos
calvos que se pelean por un peine, como decía Borges a propósito de la
guerra de las Malvinas? […] Lo que vemos tanto en Gran Bretaña como en
España a diario es un intento de manipular a los medios y obtener
titulares, en Londres con el envío de buques de guerra a la región y en
España con la propuesta de formar un eje común con Argentina para
enfrentarse a Gran Bretaña en la ONU; ¡les deseo suerte!
Error de bulto es el considerar a los territorios de Ceuta y Meilla como colonias.Seria como tratar a las Islas Canarias como tales.Ceuta ya en 1300 era del Reino de Castilla. No tiene pues nada que ver con Gibraltar ni con una colonia
ResponderEliminarUna colonia es una colonia. Gibraltar Español después de Ceuta y Melilla Marroquí. Vamos a ver lo que pasa en la ONU - España no tiene ningún peso allí y en realidad los alemanes y franceses saben quien son sus amigos importantes.
ResponderEliminarRespesta a todos los despropósitos.
EliminarNacionalismo e imperialismo de verano: Gibraltar, Ceuta y Melilla:
http://www.elfarodigital.es/blogs/colaboradores/129663-nacionalismo-e-imperialismo-de-verano-gibraltar-ceuta-y-melilla.html
inculto
EliminarHago recordar q Ceuta y Gibraltar forman prte hasta de la bandera de Andalucía, que Ceuta y Melilla fueron taifas dependientes y unidas a las taifas de la península. Mas tratamiento de territorio nacional imposible, si tiene trato fiscal aparte es porque es minúscula y si no fomentas su atractivo( más sueldos, etc) de alli se iban hasta los ceutíes .
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