Cada fin de semana, los padres se reúnen en La Plaza del Pueblo
de Shanghai en busca de un candidato para sus hijos, idealmente al
interior de la misma clase. Books de fotos, referencias al horóscopo,
incluso agencias matrimoniales conforman la oferta y responden a un
signo cultural: la presión social para que formen su propia familia.
Por
Miguel Petrecca
- Shanghai, China
Ubicada hacia el final de la avenida Nanjing Este, en el sitio
donde hasta antes de la llegada del comunismo existía una pista de
carrera de caballos, La Plaza del Pueblo es uno de los centros
neurálgicos de Shanghai, cruce de avenidas y líneas de subte y albergue
de dos de los museos más importantes de la ciudad y el Gran Teatro. A su
alrededor, entre algunos de los edificios más modernos de la ciudad,
hay intercaladas varias joyas antiguas, como el impresionante Park
Hotel, un rascacielos art decó de 1934. Es en esa plaza, en un rincón en
la parte norte bautizado popularmente como el “rincón de la evaluación
de potenciales candidatos”, donde todos los fines de semana una pequeña y
ruidosa multitud de padres se junta para buscar un potencial marido o
esposa para sus hijos.
Se ubican en un lugar como si
instalaran un puesto en un mercado, provistos con una hoja en la que
consignan los datos de sus hijos. Algunos ponen el papel en el piso,
otros sobre paraguas o cajas, o colgado de un árbol. Visto desde lejos, a
través de una especie de túnel que funciona como entrada, parece un
grupo caótico, pero al acercarse se puede ver que hay un orden, con un
puesto al lado de otro formando calles. Dentro de esa trama de calles
hay, incluso, zonas específicas, como un sector en el que se juntan
padres con hijos o hijas en el extranjero. El ambiente en los pasillos
de la feria es animado y lleno de movimiento: padres que charlan con
otros padres, agentes que buscan recolectar clientes, turistas, curiosos
y hasta candidatos que se presentan en persona.
El mercado de matrimonios empezó a funcionar en el 2004 y en su momento de máxima expansión llegó a reunir alrededor de 2000 personas. Además de los padres que vienen directamente a buscar pareja para sus hijos, hay agencias o personas que se encargan de manejar a varios candidatos. Se los reconoce de inmediato: en lugar de una simple hoja de impresora tiene un póster donde exaltan su experiencia, prometen resultados y exponen su book de candidatos, con una pequeña foto y un resumen introductorio de cada uno.
Ofrecen el servicio gratuito para los hombres, pero a las mujeres en algunos casos les cobran una tarifa. No es necesario recorrer demasiado para entender el por qué de esta diferencia: la oferta de mujeres en la plaza supera ampliamente la de hombres. Son mujeres formadas y con una buena posición económica, la mayoría de ellas promediando los veinte o apenas por encima de los treinta, como la de este cartel, colgado cerca de la entrada del mercado: “Mujer. Estado civil: soltera. Origen: Shanghai. Fecha de nacimiento: Abril de 1981. Altura: 1.68. Estudios: dos títulos universitarios. Trabajo: profesora de inglés. Miembro del partido, trabajo estable, buenos ingresos, tiene departamento, tiene auto, sin deuda.” Al final de la hoja, subrayado y en letras grandes, se lee: “fei cheng wu rao”. Literalmente: “si no es sincero no se moleste”. También es el nombre de uno de los programas más populares de la televisión china, un programa de citas en el que doce mujeres evalúan a un candidato.
Tal es la ansiedad de los padres por conseguir una
pareja para sus hijos que en Año Nuevo, mientras muchos negocios en
Shanghai cerraban las persianas, la feria siguió como todos los fines de
semana. Es durante estos días, de hecho, que el estado civil de los
hijos se convierte en un tema especialmente sensible: los padres los
presionan durante la cena con preguntas e indirectas, al punto que
muchos jóvenes que estudian o trabajan en las ciudades buscan excusas
para no volver. La lengua coloquial los bautizó humorísticamente como
los kongguizu, la “tribu de los que tienen miedo de volver.” La
presión no es sólo de los padres hacia los hijos sino también del
entorno mismo sobre los padres, que tienen que enfrentarse a las
preguntas de vecinos y parientes.
La importancia del
matrimonio se observa también en la gran cantidad de empresas y negocios
dedicados a ofrecer servicios para las bodas, wedding planners
y estudios fotográficos que ofrecen a las parejas largas sesiones de
fotos en alguno de los puntos de la ciudad considerados más románticos o
escénicos. Se los puede ver, a veces, en algún parque, o incluso en el
Bund, los novios de traje, las novias vestidas de rojo o de blanco, con
el skyline de Pudong como fondo. Casarse exige dinero, no sólo
por la fiesta, que hay que registrar y planear minuciosamente, sino
porque también implica tener un departamento y un auto. Para algunos
esto puede ser parte de una dote familiar, pero para la mayoría implica
una inmensa presión y esfuerzo económico, o la contracción de una deuda
de por vida. Frente a esta situación, una parte creciente de la
población joven viene adhiriendo a una nueva visión del matrimonio,
resumida en un término que se popularizó en Internet a partir de 2008: luohun
o “casamiento desnudo”. Son parejas que deciden casarse sin fiesta ni
álbumes fotográficos, sin auto, ni departamento ni anillo.
“No
buscamos una persona de dinero, pero sí que haya un equilibrio entre
las familias”, me dice Zhen Lan, que tiene una hija de 28 años, graduada
de una de las mejores universidades del país. El término exacto que
utiliza es “men dang hu dui”, literalmente “la puerta correcta y la
ventana adecuada”, una antigua frase hecha que expresa la fórmula
tradicional de los casamientos arreglados y al interior de una misma
clase. Como muchos otros padres, Zhen Lan no confía en las agencias y
prefiere ocuparse ella misma en persona. Comenzó a venir al parque hace
un año, y desde entonces ya concertó varias citas, todavía sin éxito.
Empieza
a oscurecer y muchos padres se van retirando de la feria. Paso por una
sección con varios papeles colgando de las ramas de un plátano, como las
cuelgas de poemas de la literatura de cordel. Hay uno de un hombre de
unos 45 años, que pone una foto de una casa; destaca la obtención en
1991 del premio La Nueva Larga Marcha, otorgado a los jóvenes
del partido con un desempeño brillante, y aclara que busca una mujer
nacida entre el 72 y el 80, “pero idealmente entre el 73 y el 78”. Otro
de una mujer, de Shanghai, con un doctorado y un ingreso de 10 mil
renminbi. Pasando los carteles está el puesto de una agencia, con su
cartel lleno de fotos de chicos y chicas de no más de 30 años. A unos
metros, dos madres conversan. En teoría hay correspondencia: una de
ellas tiene un hijo de 34 y la otra una hija de 28, ambos son miembros
del partido, y si bien la relación zodiacal no es la más deseable (rata y
caballo), no conviene ponerse demasiado exigente al respecto.
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