Al inicio de la obra prima de Vargas Llosa, Conversaciones en la
Catedral, un peruano pregunta al amigo: ¿Y cuándo se jodió el Perú? Dan
por sentado que Perú se jodió, que está jodido. Se trata de saber desde
cuándo, a partir de cuándo, para intentar entender el por qué y el para
quiénes.
Hoy se da por sentado que Europa está jodida, que se jodió. Hay
distintos diagnósticos. Unos, que se debe a la pereza de los del Sur,
que el aire mediterráneo y la siesta los hizo vivir por encima de sus
posibilidades (eso que hemos oído tanto, hace tiempo ya en América
Latina). Otros, por la rigidez del Banco Central de Alemania, que domina
la troika y se impone a las otras económicas. Las medicinas se
diferencian un poco, pero al fin y al cabo, amargas todas. Porque todos
aceptan que Europa se jodió. Lo cual es un fenómeno de inmensas dimensiones, representa un
retroceso de dimensiones civilizatorias, porque el Estado de bienestar
social europeo fue una construcción solidaria que se había vuelto
referencia a escala mundial. Terminar con él implica así un retorno a
tempos de exclusión social y abandono que Europa había dejado atrás.