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Perón, Evita y Apold |
El secretario de medios de Perón, un estratega mediático, eje central de El inventor del
peronismo, es uno de los secretos mejor guardados de la historia
reciente
El kirchnerismo es el movimiento político que más importancia le dio a la comunicación, pero Néstor Kirchner
no inventó nada. Episodios parecidos a los que se viven en el presente
sucedieron entre 1946 y 1955, cuando Perón captó a artistas y directores
de cine, compró medios económicamente débiles y expropió el diario La Prensa mientras construía su relato: el mito potente del líder popular. El ideólogo y brazo ejecutor de las políticas de comunicación del peronismo original fue Raúl Apold, a cargo del aparato de propaganda
del Estado, el segundo hombre más poderoso y temido de
la Argentina peronista hasta julio de 1955, ¿Pero quién era en
realidad el llamado "Goebbels de Perón".
En rigor muy pocos escucharon
el nombre del secretario de medios de Perón en sus dos
primeros gobiernos, de Raúl Apold se sabe
poco y nada. Es el secreto mejor guardado del peronismo, el elemento que
lo explica todo, como La carta robada, del cuento de Edgar Allan Poe, que está a la vista de cualquiera, pero nadie puede ver. Desde el aparato de comunicación del peronismo
original, que él condujo desde antes de la victoria de Perón en las
elecciones de 1946, instaló el mito de un 17 de octubre absolutamente
escindido de la revolución del 43, rompiendo la imagen de "candidato
oficialista" que era en realidad.
Apold ideó el "olvido" de las grandes figuras que
ayudaron a Perón a llegar al poder, como el coronel y gobernador de la
provincia de Buenos Aires Domingo Mercante, el autor de la legislación
laboral. También nos convenció de que "Perón cumple y Evita
dignifica", y hasta de que la joven mujer del líder había renunciado en 1951 en un Cabildo Popular, cuando lo cierto es que fue
una gran puesta en escena realizada en la avenida 9 de Julio, para
evitar la designación de un vicepresidente y, por lo tanto, una posible
competencia en el futuro.
Los peronistas que lo conocieron siguen hablando de
Apold en voz baja, como si un Gran Hermano estuviera escuchándolos. Y
tampoco les gusta que alguien pregunte por él. Les recuerda la peor cara
del peronismo en el gobierno, cuando tenían miedo de decir algo que
podía no gustar al poder. Sólo se repite el relato que él construyó, con
un talento notable.