miércoles, 17 de diciembre de 2014

Edad: 10 años. Estado civil: divorciada.

 Cada día, 41.000 menores son casadas en 50 países.

Julieta Roffo

Nombre: Nujood Ali. País: Yemen. Edad: 10 años. Estado civil: divorciada. Esos eran los datos de Nujood cuando, en 2008, la fotógrafa estadounidense Stephanie Sinclair la retrató junto a una de sus hermanastras. Estaba divorciada porque la habían casado a los nueve años con un hombre de treinta, y dos meses después, violaciones y golpes mediante, fue hasta un juzgado: esperó todo el día hasta que alguien la escuchó, le concedió el divorcio y arrestó a su marido y a su padre por forzar el matrimonio. Es que aunque es una práctica generalizada, en la mayoría de los países es ilegal.

El caso de Nujood es emblemático pero no es extraño: según la organización británica Plan, que defiende los derechos del niño, cada dos segundos –uno, dos– se fuerza a una menor de 18 años a casarse: a veces es una nena de 5, a veces una chica de 16. Una cada dos segundos da 41.000 por día. Son 15 millones por año. Son unas 720 millones de nenas-chicas-mujeres que viven hoy, ahora, en estas condiciones, y serán 1.200 millones en 2050 si el fenómeno no se frena: es toda la población actual de la India, el segundo país más habitado de la Tierra, compuesta de nenas-chicas-mujeres obligadas a casarse.

Stephanie Sinclair se chocó con la punta de este iceberg hace doce años, cuando trabajaba como fotoperiodista en Afganistán: “Me encontré con que varias chicas habían tratado de suicidarse prendiéndose fuego. Investigué y vi que todas se habían casado muy jóvenes: quiero decir a los 9 o a los 11, y eso genera un gran trauma”, dice.

Desde ese momento hasta hoy, Sinclair recorrió varios de los 50 países en los que el matrimonio infantil es una práctica generalizada –aunque no sean los únicos: según Plan, en Francia y en Inglaterra el 10 por ciento de las adolescentes se casa antes de cumplir 18–. De los retratos de esas historias se compone Demasiado joven para casarse, la muestra de 34 fotos impresas a escala humana que abrió en el Museo Nacional de Arte Decorativo.

Desfilan las imágenes de Yemen, los maridos tienen más de treinta y las ¿mujercitas? tienen ocho. También las de Etiopía, donde la madre de Destaye convenció al futuro esposo de su hija para que la dejara estudiar dos años más y abandonara la escuela a los ocho en vez de a los seis. “En el colegio aprendés mucho más que Matemática y Lengua: ganás independencia, autoestima. Todo eso se frena al momento del casamiento y las chicas se convierten en sirvientas; es una de las consecuencias más dañinas”, detalla Sinclair, que agrega: “La gente quiere compartir su historia si siente que algo no está bien, y en muchas comunidades que visito hay quienes creen que el matrimonio infantil no debería ocurrir, incluso en las familias que ya entregaron a sus hijas: saben que no debe seguir pasando”.

Por la lente de Sinclair pasaron un tío con su sobrina de cinco a upa, sin despegarse de su juguete favorito en plenos preparativos para casarse. Pasó una nena etíope de once, embarazada de seis meses. Y Araceli, de Guatemala, casada a los once, abandonada a los doce. En la foto tiene 14 y un bebé de un año y medio: “Guatemala fue el primer país de Latinoamérica que visité pero seguiré trabajando en la región. Me alegra que en Estados Unidos ya no puedan decir ‘Esto pasa en la otra mitad del mundo’”.

Tampoco en Argentina, donde la muestra de Sinclair llegó por gestión de la filial local del Fondo de Población de las Naciones Unidas, en medio de una campaña para concientizar sobre el embarazo adolescente. Son muchas cosas sobre las que hay que tomar conciencia. Una es que en los tres minutos que lleva leer esta nota se forzó a 90 menores a casarse.

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