A 10 años del devastador tsunami ocurrido en Tailandia, una de las historias de supervivencia más sorprendentes es
la de Karina Dubeux, una médica brasileña que salvó su vida por
encontrarse justo en una excursión de buceo cuando todo sucedió. Karina
Dubeux había ido de vacaciones con su marido a Tailandia. Estaban bajo
el agua cuando llegó la ola más grande. Se salvaron de milagro. Karina
en ese entonces tenía 41 años y estaba junto a su marido, también
médico, de vacaciones en Phi Phi, un pequeño archipiélago del sur
tailandés. Ambos practicaban buceo desde hace años y se habían dirigido
ahí para disfrutar del colorido fondo del mar de esas playas
paradisíacas. Pero aquel domingo, 26 de diciembre de 2004, la
pareja estaba molesta porque el barco en el que iban a realizar la
expedición de buceo se demoró media hora en zarpar. Sin embargo, esa
demora les salvó la vida.
El barco, con otros dos turistas, tres guías y una fotógrafa
finlandesa los llevó hasta Koh Bida Nok, la primera parada de la
excursión. Allí bucearon por poco más de media hora a 23,5 metros de
profundidad. Cuando volvía, Dubeux hizo una parada a cinco metros de la
superficie, un procedimiento de rutina para evitar el síndrome de
descompensación. Entonces tuvo la primera señal de que algo anormal ocurría.
"Empecé a rodar junto a mi marido y el guía de buceo. Golpeaba contra
ellos como si fuese una batidora, un remolino. Golpeaba contra las
piedras", contó Dubeux a BBC Mundo. Al llegar a la superficie, la brasileña notó una corriente fuerte de agua,
pero nadó con cierta dificultad hasta el barco. Cuando todos estaban de
vuelta a bordo, pasó otro barco con dos tailandeses que gritaban a la
distancia. Uno de ellos decía que su propio barco acababa de ser
destruido por una gran ola y que siete turistas que trasladaba cayeron
al mar. El hombre fue rescatado por el otro navegante, pero los turistas
desaparecieron en el mismo lugar donde Dubeux iba a hacer su siguiente
escala de buceo. "Si no hubiera habido esa media hora de atraso (al
salir) estaríamos en esa playa y nos habría pasado lo mismo que a los
turistas, que murieron", reflexionó.
Poco después recibieron
un alerta por radio sobre una gran ola que había roto un muelle del
hotel. Como el barco no podía atracar en el muelle del hotel, Dubeux y
el resto de los buceadores tuvieron que nadar 150 metros para llegar a
la costa y el mar estaba revuelto. Caminaron por una senda que los
condujo al hotel. El lugar, según cuenta, tenía cierta protección
geográfica que evitó daños mayores, pero ella recuerda que algunos
destrozos eran llamativos: la recepción había sido invadida por un barco arrastrado por la ola y estaba ahí encallado, "como si fuera a hacer el check in". Sin embargo, no había heridos a la vista. "Nadie hablaba de tsunami todavía. Estaba todo el mundo quieto y asustado", relata.
Dubeux y su marido fueron a su bungalow a tomar un baño y cambiarse
de ropa. De pronto pasó un empleado del hotel en un carro de golf
gritando en inglés: "¡Otra ola grande!" Los dos brasileños se
dirigieron de prisa al restaurante del hotel, que estaba en el punto más
alto de la isla. Fue allí donde encontraron varios heridos, algunos
tirados en el suelo. Fueron a buscar su equipo de primeros auxilios y comenzaron a prestar asistencia como podían, incluso suturando cortes. Luego
llegaron más heridos del otro lado de la isla, donde habían muerto
cientos de personas. Unos tenían excoriaciones, otros politraumatismos,
otros hematomas. "Lo que más había era gente en estado de depresión. Personas que perdieron seres queridos, que no tuvieron la misma suerte", relata. "Fui más bien psiquiatra, conversé mucho con ellos", agrega. Dubeux
consiguió regresar a Brasil días después de la tragedia, pero
volvió a Tailandia cuatro años más tarde. Entonces completó el
circuito de buceo interrumpido abruptamente aquel día. También publicó
en Brasil un libro sobre aquella experiencia: "Salvados por un buceo". Una década después, asegura que aquel tsunami "fue un divisor de aguas muy fuerte" para ella. "Cambié mucho, incluso en mi profesión; me volví alguien más disponible", reflexiona. "Más que nunca creo que la vida es un regalo".
Fuente: BBC
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