jueves, 25 de septiembre de 2014

Las monjas irlandesas no piden perdón

Cuando era adolescente, a Mary Merritt la mandaron a trabajar en una de las lavanderías de las Magdalenas en Dublín. El trabajo era tan arduo y el régimen tan cruel, que se escapó. Llegó a donde estaba un sacerdote a pedirle ayuda. El cura la violó. Cuando la policía la apresó y la llevó de vuelta a la lavandería, las monjas no le creyeron. La encerraron en una celda. El año pasado, una investigación sobre lo que pasó en las lavanderías de las Magdalenas, un sistema de asilos dirigidos por monjas católicas en Irlanda, en las que durante décadas miles de mujeres fueron forzadas a trabajar bajo duras condiciones, no encontró evidencia de abuso. Sin embargo, quienes vivieron entre las paredes de las lavanderías insisten en que las monjas deben rendir cuentas por sus actos.

Durante décadas, Irlanda ignoró a las antiguas trabajadoras de las lavanderías de las Magdalenas y sus denuncias. Elizabeth Coppin, de 65 años, había sido víctima del abuso sexual de su padrastro y enviada a un orfanato, una de las varias instituciones de beneficencia administradas por la Iglesia en nombre del Estado. De ahí, cuando todavía era una niña, fue introducida en la red de lavanderías de las Magdalenas y forzada a trabajar desde las 08:00 hasta las 18:00. En uno de esos lugares fue acusada de robar dulces, por lo que la encerraron tres días en la celda de castigo, sin cama ni colchón. Por tratar de escapar: la enviaron a otra lavandería donde el régimen era más estricto. "Me cambiaron el nombre por uno de hombre. Me raparon la cabeza y obligaron a usar un uniforme: me quitaron mi identidad. No fue sino hasta que Coppin y otros acudieron al Comité contra la tortura de la ONU, el cual presionó al gobierno irlandés para que investigara, que el senador Martin McAleese, un antiguo miembro del senado irlandés y devoto católico, fue puesto a la cabeza de una pesquisa sobre lo que pasó exactamente tras los muros del convento. Para el asombro de las sobrevivientes, el informe concluyó que "maltrato, castigo físico y abuso (...) no ocurrió en las lavanderías de las Magdalenas".

BBC Mundo

Philomena 

Cuando era adolescente, en 1952, la irlandesa Philomena Lee quedó embarazada sin estar casada. Como muchas otras madres solteras, fue enviada a un convento y la obligaron a abandonar al hijo después del parto. El niño fue enviado a los Estados Unidos, en donde ella, con la ayuda del periodista Martin Sixsmith, lo buscó 50 años después. Su historia es el argumento de la película “Philomena”, del director Stephen Frears, exitoso tanto entre la crítica como en las taquillas, que fue nominado a cuatro Óscares. Ella, en una conferencia de prensa que se llevó a cabo en Roma, contó su vida y su encuentro con Papa Francisco.

"Yo en esa época era muy joven. No sé quién fue el responsable, hasta dónde llegaba la responsabilidad. Pero fue como fue. Sucedió hace mucho tiempo. Claro, al principio, cuando salí, estaba bastante desilusionada, estaba enojada, herida, triste, enojada con todos. Me alejé un poco de la fe. Pero no habría podido vivir durante 62 años con el rencor. Además, después trabajé como enfermera en un hospital psiquiátrico, y, al estar en contacto con el sufrimiento y el dolor de tantas personas, un dolor incluso peor que el mío, dejé un poco de lado mi sufrimiento. Ya no tengo resentimientos, por lo menos ya no", dijo. La conferencia de prensa fue promovida por el Philomena Project, asociación que, a partir del caso de Philomena, pide al gobierno irlandés que abra los archivos que contienen las historias de las madres obligadas a las adopciones forzadas en los institutos católicos irlandeses. Se estima que se trata de alrededor de 600.000 mujeres involucradas. 

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