Por Paulo Prada y Helen Popper
Cuando Jorge Bergoglio terminó sus estudios de química
 en la escuela secundaria, su madre le preguntó qué estudiaría a 
continuación. "Medicina", respondió el adolescente de 19 años, según su 
hermana María Elena. La madre despejó  entonces un pequeño 
cuarto de su hogar de clase trabajadora porteña para que su hijo lo 
usara como estudio. Todos los días, al regresar de su trabajo en un 
laboratorio, el joven se metía en ese cuarto y desaparecía. Una mañana, sin embargo, su madre se encontró con una 
sorpresa. En el cuarto no encontró libros de medicina, sino de teología y
 catolicismo. "¿Qué es esto?", le preguntó. Su hijo le contestó con toda
 calma: "Es medicina para el alma".
Para el hombre que desde hace dos semanas conduce la 
Iglesia Católica, el paso de la medicina a la religión fue el primero de
 los muchos cambios de una carrera que con frecuencia desafió las 
expectativas de los demás. Y también fue un temprano indicio de lo que 
los argentinos que conocen a Bergoglio, de 76 años, describen como una 
voluntad de acero, y que subyace a ese exterior de encanto y modestia. 
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| Lavado de piés en una villa | 
"Jorge es un hombre político, con buen olfato para la 
política", dice Rafael Velasco, sacerdote jesuita y actual 
rector de la Universidad Católica de Córdoba. "Su humildad no es una 
actuación, pero es parte de su gran capacidad de intuición para conocer y
 leer a las personas." El primer papa de América latina es también el primer 
papa jesuita. Como los sacerdotes de otras órdenes, los jesuitas hacen 
votos de castidad, pobreza y obediencia, así como un cuarto voto 
especial de obediencia al Papa. También hacen la promesa de abstenerse 
de buscar ocupar altos cargos en la Iglesia. 















