La mayoría procedían de China y Corea aunque también se tiene testimonios de japonesas, filipinas, taiwanesas, birmanas. En una declaración de 1993 Japón admitió que sus militares estuvieron envueltos en estos crímenes aunque el tema es tabú como cualquier otra atrocidad cometida durante la guerra, incluso excluidos de los libros de historia del país nipón y que siguen generando polémica entre historiadores, políticos y profesores. La información ha sido silenciada y la que ha ido apareciendo fue negada categóricamente por todos los gobiernos en el país nipón y solo en los noventa se aceptó pagar pobres indemnizaciones a algunas supervivientes.
Esto comienza cuando Japón comienza a apropiarse de China a principio de los años 30 (con la anexión de Manchuria) el ejército japonés es la fuerza más preparada y adoctrinada de toda Asia. Y tras el comienzo de la guerra con china el futuro desaparece para el soldado japonés, en cuanto la guerra avanza se les obliga a permanecer en el frente y a morir por el Emperador, sin apenas posibilidades de volver a su patria la muerte es su único destino. En esta situación el ser humano ve forzada su humanidad hasta la extenuación, por eso se suceden matanzas y violaciones como la de Nankín y como la de cualquier ciudad conquistada por el Ejército Imperial. Cuando el Imperio se expande la situación comienza a ser preocupante hasta para los altos mandos del ejército que no saben como parar estas violaciones sistemáticas, pudiéndoles causar hostilidades con países con los que no estaban en guerra. Como la prostitución estaba bastante normalizada en Japón se decide invertir en este tipo de negocios para intentar amortiguar estas ansias en los soldados.

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