jueves, 21 de junio de 2012

Las marchas negras

Medio siglo después, los mineros españoles están protagonizando, como ocurría en las minas de carbón asturianas en días de Franco (1962), un gran conflictividad y enfrentamientos policiales, encierros en minas, una marcha de protesta en Aragón, acampadas en Oviedo y una gran crispación que amenaza con una espiral creciente de tensión. Entonces, en 1962, los mineros lograron doblegar a Franco, aunque luego las represalias fueron duras. Actualmente, han sido convocadas huelgas en las comarcas carboneras.

Pero la lucha de estos días en el sector, no obedece a mejoras laborales, como en las huelgas anteriores. Ahora se libra una batalla por la supervivencia del sector que precisa ayuda estatal para sobrevivir y el ajuste fiscal en España ha establecido un recorte del 63% de las ayudas destinadas a la minería, sin las cuales las comarcas mineras y sus trabajadores no podrán sostenerse. 

Las barricadas en carreteras y vías férreas, el bloqueo con neumáticos ardiendo y el cruce de camiones, cortando el tráfico en varias carreteras han generado un grave enfrentamiento de los mineros con el Gobierno. La mítica memoria histórica de los mineros de la condición de “vanguardia” del movimiento obrero desde fines del XIX y su probada capacidad de organización y de resistencia, son factores que contribuyen al temor de que haya una mayor escalada de tensión.

Empresarios y trabajadores del sector y políticos locales de todos los partidos, unidos en la defensa del carbón, defienden el sostenimiento de una “reserva estratégica” de producción autóctona como garantía de suministro y como margen de “soberanía” energética nacional. Y argumentan que, como consecuencia de sus sucesivos planes de ajuste, el conjunto de las minas cada vez consumen menos recursos públicos.

Si los hombres y mujeres españoles, preocupados por la incertidumbre económica, los recortes, el paro y la sombra negra a la griega que se ciñe en estos días sobre ellos, supieran que los mineros del carbón están mostrando el camino de salida, no permanecerían en el inmovilismo con el que atónitos observan la pérdida del ansiado estado de bienestar.

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