Por Daniel Zovatto
El sanguinario doble atentado en Noruega (explosión de coche bomba y disparos en la isla de Utoya), perpetrado por el noruego Anders Behring Breivik que dejó 76 muertos, fue un golpe feroz a la identidad cultural de un país que se consideraba inmune a este tipo de tragedias. El ataque convoca la imagen del cuadro El grito, pintado por el noruego Edvard Munch (1893).
El rostro inundado de pavor que refleja esa obra describe la tragedia nacional noruega más grave desde la Segunda Guerra Mundial. Las pistas sociológicas de semejante acto de barbarie puede estar en las novelas de los escritores suecos Henning Mankell (y su detective Wallander) y el ya fallecido Stieg Larsson, quienes describen sutilmente las pulsiones oscuras y el malestar que atraviesa a las, en apariencia, perfectas sociedades nórdicas. Este último, en su condición de periodista (antes de hacerse famoso gracias la trilogía Millennium) había alertado acerca de la posibilidad de que en Estocolmo se produjeran atentados terroristas similares al de Oklahoma. Disponemos, decía en 1995 en un artículo, "de todos los ingredientes: odio, fanatismo, glorificación de la violencia y mentalidad sectaria". Y si bien no acertó con el país, sí lo hizo en relación con el área geográfica y cultural.
Cabe señalar que los movimientos ultraconservadores de derecha europeos (que se caracterizan por un sentimiento de fuerte repudio, odio y xenofobia al al islam y la inmigración) vienen fortaleciendo sus contactos y creciendo electoralmente en varios países, entre ellos los Países Bajos, Austria, Dinamarca, Finlandia, Suecia y Noruega. Este avance de la ultraderecha, con su mensaje de nacionalismo y xenofobia, y su ataque frontal al multiculturalismo demanda una reflexión profunda acerca del peligro que estas fuerzas representan no sólo en Noruega, sino en el resto de Europa.
El sanguinario doble atentado en Noruega (explosión de coche bomba y disparos en la isla de Utoya), perpetrado por el noruego Anders Behring Breivik que dejó 76 muertos, fue un golpe feroz a la identidad cultural de un país que se consideraba inmune a este tipo de tragedias. El ataque convoca la imagen del cuadro El grito, pintado por el noruego Edvard Munch (1893).
El rostro inundado de pavor que refleja esa obra describe la tragedia nacional noruega más grave desde la Segunda Guerra Mundial. Las pistas sociológicas de semejante acto de barbarie puede estar en las novelas de los escritores suecos Henning Mankell (y su detective Wallander) y el ya fallecido Stieg Larsson, quienes describen sutilmente las pulsiones oscuras y el malestar que atraviesa a las, en apariencia, perfectas sociedades nórdicas. Este último, en su condición de periodista (antes de hacerse famoso gracias la trilogía Millennium) había alertado acerca de la posibilidad de que en Estocolmo se produjeran atentados terroristas similares al de Oklahoma. Disponemos, decía en 1995 en un artículo, "de todos los ingredientes: odio, fanatismo, glorificación de la violencia y mentalidad sectaria". Y si bien no acertó con el país, sí lo hizo en relación con el área geográfica y cultural.
Cabe señalar que los movimientos ultraconservadores de derecha europeos (que se caracterizan por un sentimiento de fuerte repudio, odio y xenofobia al al islam y la inmigración) vienen fortaleciendo sus contactos y creciendo electoralmente en varios países, entre ellos los Países Bajos, Austria, Dinamarca, Finlandia, Suecia y Noruega. Este avance de la ultraderecha, con su mensaje de nacionalismo y xenofobia, y su ataque frontal al multiculturalismo demanda una reflexión profunda acerca del peligro que estas fuerzas representan no sólo en Noruega, sino en el resto de Europa.
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