viernes, 25 de febrero de 2011

Los bunga bunga de Berlusconi

El sumario del caso Ruby, la joven marroquí, que según la Fiscalía de Milán se prostituyó en casa del primer ministro italiano, ofrecen un sórdido relato, un catálogo de derrotas humanas y mentiras políticas. Nadie ríe, nadie goza, nadie parece disfrutar realmente en las noches de bunga bunga (código de la casa para decir orgía) organizadas en 2010. Son páginas y fiestas, más tenebrosas que morbosas. Aunque la mecánica prosa judicial no deja un resquicio a la compasión ni a la filosofía, el texto filtrado por la prensa italiana revela toda la misoginia, el narcisismo y el abuso de poder imaginable. Se resumen en dos acusaciones que podrían suponer hasta 15 años de cárcel para Silvio Berlusconi (prostitución de menores agravada y abuso del cargo) y en una imputación más, por el primer delito, para sus presuntos proxenetas.

Pero, más allá de los posibles delitos, el último escándalo ha vuelto a revelar la inmensa soledad del hombre más poderoso de Italia. El simpático político aparece como un anciano que se niega a asumir que lo es. Según su ex mujer, "ha envejecido mal, le gusta estar rodeado de "vírgenes ofrecidas al dragón", se comporta como "un emperador". Además, el sumario lo dibuja como un político que abusa de su poder ante la policía de Milán por miedo a que la joven Ruby desvele que ha estado en su casa cuando era menor y como un político vulnerable ante sus visitadoras ocasionales, sometido a permanente riesgo de chantaje, que miente y obliga a mentir a los demás.

Todo el caso está marcado por una desigualdad brutal y doble. La del dinero, único objetivo de las muchachas y la generacional. Todo en el sumario suena forzado y tiene poco que ver con lo "elegante, digno y relajado" que según Berlusconi preside sus fiestas. Lo más tremendo del sumario es ver cómo los padres y los hermanos animan a las chicas a prostituirse. Cuando alguna de ellas se queja de lo duro que es complacer, la familia le empuja a seguir, a ser "simpáticas" con el capo. Todos luchan y maquinan para sacar la mejor tajada. Según La Repubblica, sumando las diversas partidas de gasto incluidas en el sumario, Berlusconi desembolsó 2,5 millones en apenas unos meses para sufragar sus fiestas de Arcore (casi siempre en metálico, según los fiscales, por lo que no parece descartable un ulterior delito fiscal). La inmensa riqueza del dueño de un imperio mediático, editorial, bancario, inmobiliario y financiero que vale 9.000 millones de dólares, según la revista Forbes, indica que la cifra son migajas para él.

Hay tres acusados de proxenetismo que se desviven para que el jefe vea consumadas sus fantasías, pero casi siempre hablan de dinero y se lo reparten con avidez, ante la indiferencia del gélido secretario que paga en nombre del jefe. Las prostitutas y velinas son casi todas pobres y jovencísimas. Las hay italianas, magrebíes, rusas, eslavas, caribeñas. Y todas se ven obligadas a luchar cada noche por hacerse un hueco entre las dos o tres elegidas que, siempre según el relato de la fiscalía, suben hasta la cama para recibir así los 7.000 euros de rigor. Las que no subían solo recibían 2.000.

El cóctel de pillaje, explotación, sexo mercantil y degradación femenina es, ahora, un asunto político de primera magnitud. Las mentiras y manipulación han cruzado esta vez la raya roja. La imagen del país está por los suelos. La oposición exige su dimisión, los católicos de su partido también y el Vaticano está asustado por la brutta figura hecha por su fiel aliado y no sabe qué hacer para resolver el problema. La inmunidad, el viejo sueño de Berlusconi, es su único anhelo. Mientras parte de Italia asiste entre resignada y divertida al penúltimo escándalo, muchos italianos están indignados y los intelectuales y muchas mujeres tratan de recuperar la dignidad perdida.

Ante el hombre que ha regido los destinos del país en los últimos 20 años, la oposición aparece débil como siempre. Pero Ruby ha suscitado un problema grave. La división de la Iglesia italiana es cada vez mayor. Hasta ahora, el debate lo ha marcado el teólogo afín al Opus Dei Vittorio Messori, asiduo del programa de Bruno Vespa, que ha dicho en una entrevista publicada en Il Giornale, que es "mejor un putero que hace buenas leyes que un notable catolicísimo que promulga normas contrarias a la Iglesia".

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