Demasiado tiempo han pasado las mujeres árabes poniéndose en el lugar que se les pedía o sea, atrás. Algo contradictorio (o no tanto), teniendo en cuenta que por su papel como sostén de la unidad familiar son las que mejor conocen los problemas que aquejan a su sociedad. Son las primeras en percibir el aumento de los productos básicos; hacen malabares para llevar la economía casera y cada vez en mayor número, se incorporan al mercado laboral. Aunque, lo hagan en inferioridad de condiciones económicas, en eso no difieren de sus hermanas de Occidente. Por eso, es fácil entender por qué las calles de Túnez y de Egipto, protagonistas de la actualidad internacional estas últimas semanas, se han llenado de féminas revolucionarias.
Ellas eran las que, lejos del discurso político, ponían los puntos sobre las íes de lo que llevaba a los ciudadanos a la calle. "Pago 600 libras al mes de alquiler y cobro 300”, contaba una funcionaria de 33 años, en la plaza de Tahrir. Su esposo, también trabajador del Estado, ganaba lo mismo y que con eso debían vivir ellos y sus tres hijos. “Fuimos a ver el proyecto de Mubarak de casas para jóvenes y el precio mínimo por vivienda es de 160.000 libras. ¿Cómo voy a tener esta cantidad de dinero si el banco nos cobra un 80% de interes?”, concluía.
En aquellos días todas parecían estar de acuerdo en que no era momento de luchas individuales. Ni por cuestiones de género. Ellas permanecieron en las calles junto a sus compañeros hombres desde el primer minuto. Ni un paso atrás. Las ancianas proveían de agua y bebidas a los que sufrían los efectos del gas lacrimógeno, madres, madres, esposas y hermanas sujetaban las pancartas, llevaban a sus hijos a las manifestaciones o preparaban los víveres. Codo con codo conquistaron juntos la plaza de la Liberación y allí durmieron, gritaron, con los hijos a hombros y sus demandas de democracia y libertad. Para muchas de ellas esta era su primera conquista. Sin embargo la Historia no deja de recordarles su papel en estas sociedades. Si bien han sido siempre parte de cualquier ariete reformador, casi siempre las post revoluciones han dejado en la estacada sus necesidades. La memoria es débil y sus esfuerzos en las calles suelen compensarse históricamente con el mapa de una sola calle que indica el camino de vuelta a casa.
En aquellos días todas parecían estar de acuerdo en que no era momento de luchas individuales. Ni por cuestiones de género. Ellas permanecieron en las calles junto a sus compañeros hombres desde el primer minuto. Ni un paso atrás. Las ancianas proveían de agua y bebidas a los que sufrían los efectos del gas lacrimógeno, madres, madres, esposas y hermanas sujetaban las pancartas, llevaban a sus hijos a las manifestaciones o preparaban los víveres. Codo con codo conquistaron juntos la plaza de la Liberación y allí durmieron, gritaron, con los hijos a hombros y sus demandas de democracia y libertad. Para muchas de ellas esta era su primera conquista. Sin embargo la Historia no deja de recordarles su papel en estas sociedades. Si bien han sido siempre parte de cualquier ariete reformador, casi siempre las post revoluciones han dejado en la estacada sus necesidades. La memoria es débil y sus esfuerzos en las calles suelen compensarse históricamente con el mapa de una sola calle que indica el camino de vuelta a casa.
Un camino que no deben aceptar si contemplan el panorama desesperanzador que tienen ante ellas y lo mucho que pueden conseguir. “La gente se equivoca al pensar que el velo es el principal problema de las mujeres en nuestros países. La falta de protección en el ámbito laboral, las desigualdades económicas o el desamparo de los derechos sociales están por encima de la cuestión del hiyab”, destacaba una directora de cine egipcia en una entrevista. “Por ejemplo, al no existir una ley civil para el matrimonio cada religión aplica su norma”, comentaba. Debido a eso las coptas, por ejemplo, no pueden divorciarse bajo ningún supuesto. "Las mujeres egipcias somos fuertes”, decía Tahany El Ghebaly, con 61 años es la única mujer del Tribunal Supremo egipcio. "Somos parte de esta nación y como tal hemos salido a pedir cambios”, resaltaba. La jurista es una firme defensora de los derechos de las mujeres y destaca que las "igualdades sociales y laborales, serán los principales retos a afrontar" una vez iniciado el proceso de reforma.
Sin embargo ese proceso de reforma ha empezado a marchar dejando en el olvido una vez más a la población femenina. En el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas no hay ninguna mujer. En el comité de reforma constitucional formado, tampoco hay representación femenina. En la coalición de jóvenes, que negocia la transición con el Ejército, hay sólo una mujer entre ocho varones. En su favor diré que a través de su herramienta más familiar, las redes sociales, han hecho llamamientos a las féminas egipcias para rebajar esta desigualdad. Algo a pesar de los pesares, lejano de una integración real.
Los medios de comunicación también les han hecho un flaco favor a las mujeres. Su presencia ha sido escasa o nula en el seguimiento de la revuelta e incluso después. Un famoso talk show árabe en un debate llevado a cabo tras la caída de Mubarak contó sólo con una mujer entre sus 27 invitados. Las mujeres árabes deben apresurarse a exigir sus propios derechos. Deben organizarse y esforzarse en refrescar la memoria de su pueblo antes de que otros vuelvan a escribir una Historia que les robe su revolución.
Sin embargo ese proceso de reforma ha empezado a marchar dejando en el olvido una vez más a la población femenina. En el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas no hay ninguna mujer. En el comité de reforma constitucional formado, tampoco hay representación femenina. En la coalición de jóvenes, que negocia la transición con el Ejército, hay sólo una mujer entre ocho varones. En su favor diré que a través de su herramienta más familiar, las redes sociales, han hecho llamamientos a las féminas egipcias para rebajar esta desigualdad. Algo a pesar de los pesares, lejano de una integración real.
Los medios de comunicación también les han hecho un flaco favor a las mujeres. Su presencia ha sido escasa o nula en el seguimiento de la revuelta e incluso después. Un famoso talk show árabe en un debate llevado a cabo tras la caída de Mubarak contó sólo con una mujer entre sus 27 invitados. Las mujeres árabes deben apresurarse a exigir sus propios derechos. Deben organizarse y esforzarse en refrescar la memoria de su pueblo antes de que otros vuelvan a escribir una Historia que les robe su revolución.
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