El escándalo mundial de Wikileaks afecta la relación de Estados Unidos con los demás países. Un problema interno, un hacker, alguien externo o los duendes violaron secretos del Departamento de Estado y se hicieron pùblicas sus operaciones de intrigas y maniobras encubiertas. Hillary Clinton se comunicó con Cristina Fernández para dar las explicaciones del caso. Igual que en el resto del mundo, Washington está preocupado por demostrar que sus diplomáticos informan pero no espian, que miran y hablan pero no usan métodos raros para obtener datos. En Buenos Aires, la agregada de prensa lo dijo: "No somos espias. No hacemos espionaje. Recabamos información. El hecho de que lo hagamos en privado no implica que seamos espias". Nuestra Presidenta calló, ella que habla hasta por los codos, no habló en ningún momento del wikigate, no ganaba nada con wikienredarse y explicar entre otras cosas porqué los cables reflejan una mejor relación y colaboración con EEUU, que la dada a entender en discursos y anuncios. En un continente, donde mucha cordialidad en la relación con yanquilandia provoca desconfianza. "Al mundo le falta un tornillo", se cantaba en los años ’30. A este mundo también. Y le sobran pendrives. Por eso, es el turno de las wikidisculpas y de los silencios
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