En principio, cómo procesará personalmente la presidenta esta brusca viudez, este sufrimiento abismal y desgarrador. Y también cómo reemplazará a un compañero irremplazable. Néstor era, a la vez, el jefe del Partido Justicialista, el verdadero ministro de Economía, el articulador de las alianzas, el verdugo de los adversarios, y el disciplinador de legisladores, jueces, alcaldes, gobernadores y periodistas. Conducían el Gobierno en mesa chica (Cristina, él y poco más) donde todo se decidía en soledad y donde los ministros estaban pintados: no había siquiera reuniones de Gabinete. La presidenta de los argentinos es una mujer preparada, de vasta experiencia parlamentaria, pero sin tanto rodaje en la gestión ejecutiva. Esa parte la seguía haciendo su esposo, en forma obsesiva.
La presidenta tendrá que hacer frente a serios desafíos muy rápidamente. Tiene que resolver cuestiones del día a día relacionadas con su Gobierno, porque el fallecimiento de su marido, ha dejado varios flancos abiertos, especialmente en el manejo de la economía. El ex presidente no ocultaba que seguía ejerciendo una supervisión prácticamente diaria de esa área. Pero el peronismo acecha. Una parte importante se mantuvo leal a Kirchner porque este manejaba los caudales públicos con mano de hierro y nadie quería quedar a la intemperie. El peronismo es un movimiento polifacético y policlasista, que tiene un gran sentido de la oportunidad.
Ese oportunismo le permite encontrar siempre al macho alfa de la manada para seguirlo en la dirección en la que corre la historia. Un traje a medida para cada ocasión: fue nacionalista en los cuarenta, desarrollista en los cincuenta, conservador y a la vez guevarista en los setenta, socialcristiano en los ochenta y neoliberal en los noventa. Durante el kirchnerato, adoptó algo así como un neonacionalismo de izquierdas.Por lo tanto, el peronismo llora a Kirchner y espera. Espera ver qué peronista está al tope de los sondeos para ponerse bajo su batuta y avanzar hacia las urnas. Lo cierto es que, mientras tanto, todos cerrarán filas alrededor de la presidenta porque a nadie le conviene debilitarla.
Ni siquiera a los poderosos dirigentes sindicales de la derecha peronista que crecieron de manera increíble durante estos siete años. Esos dirigentes pueden hacer ingobernable el país si no se pacta con ellos. El mismo Kirchner tenía problemas para colocarles diques, luego de haberlos inflado. Se ha producido un enorme vacío de poder dentro de la fuerza política más importante del país, controlada por Kirchner, en buena parte. De todo esto se habla, en voz baja, en los corrillos de la política oficial, mientras un silencio conmovedor, un llanto, una perplejidad doliente cubre las calles y acompaña el dolor de Cristina.
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