El rostro de esta niña descoloca porque se advierte en él más rabia
de la común; más tenacidad de la normal; más desafío del que estamos
acostumbrados
Juan José Millas
El pie de foto rezaba así: “Una niña yazidí es evacuada del monte
Sinjar por tropas kurdas el miércoles pasado”. El miércoles pasado es ya
un miércoles cualquiera. También la niña es cualquiera y cualquiera es
asimismo el conflicto del que huye en la caja medio oxidada de un camión
cualquiera. Medio mundo está en fuga. Hay quien huye de la guerra,
quien del hambre, quien de las dictaduras, quien de las persecuciones
religiosas, quien de las catástrofes naturales… En la mirada de los
desplazados suele hallarse una mezcla de impotencia, de estupor, de
miedo y conformismo. El rostro de esta niña descoloca porque se advierte
en él más rabia de la común; más tenacidad de la normal; más desafío
del que estamos acostumbrados. Todo ello se aprecia en la
imperturbabilidad de su mirada, en el ligero gesto de desprecio de los
labios, en las greñas de pelo sucio que cubren parcialmente su cara,
pero también en el modo en que su cuerpo emerge sobre el de los demás
como para situarse en el mundo y averiguar hacia dónde se dirige, quizá
hacia dónde saltar.
¿Qué habrá sido de ella después de tantos miércoles (la fotografía se
publicó en agosto), adónde habrá ido a parar con su único jersey, su
única falda, su única ropa interior, sus únicos zapatos? ¿Estará
enferma, sana, irá a la escuela, conseguirá comer todos los días? No sé,
chica, si te hemos leído bien, si hemos sentido lo que deberíamos al
contemplar tu foto, si este artículo es de los que se utilizan para
empedrar el infierno de buenas intenciones. ¿Pero cómo pasar la página
del periódico sin recortarte?
No hay comentarios:
Publicar un comentario