miércoles, 27 de marzo de 2013

Alemania y pobreza

Por Osvaldo Bayer, desde Bonn

El gobierno alemán discutió sobre el estado de la pobreza en ese país, uno de los más ricos y organizados del mundo. Sí, es extraño que un gobierno conservador-liberal se atenga todavía a esos ritos. Es que viene de la tradición de la posguerra, cuando se organizó la actual república alemana. Bien, pero no se vaya a creer que se permitió toda la verdad. No, apenas un poco para disimular. Por ejemplo, la ministra de Trabajo, Von der Leyen, demócrata cristiana, había aprobado una frase en el informe que disgustó a sus aliados liberales. Se leía ahí: “La fortuna privada en Alemania está distribuida en forma muy desigual”. Cosa que disgustó al ministro de Economía, liberal, Rösler, que exigió a los gritos que se quitara tal juicio del informe. Y se tuvo que eliminar, si no peligraba la coalición gobernante. Pero la ministra había escrito la verdad, la diferencia entre ricos y pobres se ha profundizado, sin ninguna duda, y eso irá en aumento, un resultado del sistema capitalista en todo el mundo.

Lo que no se pudo anular fue algo que lo dicen las cifras: el diez por ciento de la población goza del 53 por ciento de la fortuna neta total nacional; al nivel más bajo, con menos entradas de la sociedad, que significa el 50 por ciento de los hogares, le corresponde el uno por ciento de los valores de las entradas anuales. Y el 46 por ciento constituye la clase media. Hace diez años, este estudio adjudicaba el tres por ciento del total a la clase con menos entradas. Con respecto al nivel de pobreza, los autores del estudio señalan que se trata de los hogares que perciben menos de mil euros por mes, entre los cuales se encuentra entre una sexta y una séptima parte de la población alemana.

Estos son los resultados de un sistema económico que se aplica desde hace más de 60 años. Y que debemos decir está bien administrado. Pero no llega a cumplir los preceptos de una verdadera democracia. En otros países capitalistas, las diferencias se agrandan aún más con el correr de los años. Tenemos el caso de México, uno de los países con más pobres en su sociedad. Sin embargo, el hombre más rico del mundo es mexicano, Carlos Slim, empresario en telecomunicaciones, con 73 mil millones de dólares declarados. Ironías de una realidad brutal. Y el ex papa agradece todos los días a Dios por su infinita bondad.

Una vez más uno se pregunta: ¿por qué las escuelas de Economía de todo el mundo no se reúnen en un congreso internacional y discuten a fondo la forma de lograr un sistema económico que nos rija, el cual sea capaz de eliminar para siempre la miseria, la pobreza, las desigualdades, la falta de trabajo aun en los países industrializados más adelantados, etc. etc. etc.? ¿Quién se podría negar ante una búsqueda ética así? ¿Tal vez México?

El problema más grave es la juventud sin trabajo. Una cifra de la que Alemania está orgullosa. El número de jóvenes desocupados es mucho menor que en el resto de Europa. En Italia y España esas cifras llegan hasta el 50 por ciento. Lo que significa un futuro sin salida. Ese problema tendría que ser el principal para esos países, porque los jóvenes significan justamente eso: el futuro. La palabra violencia justo va surgiendo a raíz de esas situaciones injustas que una sociedad jamás debería permitirse.

La expresión crisis económica seguirá siendo actualidad durante mucho tiempo. El sistema no es capaz de encontrar una solución. Lo acaba de expresar el profesor Wolfgang Streeck, director del Instituto Max Planck para el estudio social, de la Universidad de Colonia, Alemania. La respuesta de él tiene algo definitivo. Ante la pregunta de si la crisis económica del capitalismo ha sido superada, respondió: “No, para nada”.

Y agregó: “Tampoco en los próximos años va a haber un fin de la crisis actual, siempre que se entienda detrás de la palabra crisis que la política más que en tiempos pasados debe tener en consideración a los mercados financieros. La crisis económica no es sólo eso sino también una crisis política. Tiene lugar en la antigua tensión que existe entre capitalismo y democracia, tensión que se ha recompuesto paso a paso. Como nosotros podemos observar hoy, ha terminado la pacífica coexistencia entre esos dos conceptos, nacida después de la Segunda Guerra Mundial”.

Pero no va a ser fácil. La clase del poder financiero está preparada para responder. Más, los conservadores, aquí en Alemania, que no piensan perder un paso en el futuro, están formando un nuevo partido político, con mucho dinero. Quieren una política aún más conservadora que la que llevan a cabo la democracia cristiana y los liberales. El partido se va a llamar Alternativa para Alemania y piensan formar una minoría que entre siempre en los gobiernos de centroderecha para influir en la política económica. Y ya han comenzado con una propaganda antieuropea.

Quieren terminar con el euro y volver a una auténtica moneda alemana, exclusiva, que no se atenga a los vendavales financieros que originan los países más pobres de Europa, como Grecia, Portugal pero también Italia y España, últimamente. Ser como Estados Unidos, pero en Europa. El país que dicta las normas económicas del mercado. Como se ve, el futuro no es fácil, los intereses propios son muy poderosos. El mundo no logra estabilidad. Bien, cuando uno ve la Europa de ahora y piensa en la Revolución Francesa de 1789 no cabe sino una sonrisa como expresión irónica ante la tristeza actual.

¿Hay soluciones para este mundo? Es la cansada pregunta sin respuesta. El filósofo Martin Seel lo dice en su libro Ciento once virtudes, once corrupciones, que termina sosteniendo una frase ya bien conocida, pero que es la única solución para el mundo: “Lo único que puede mejorar al ser humano es la obtención de mejores condiciones de vida en las cuales pueda vivir mejor”. Así de sencillo. Lo demás son todas buenas palabras, mejores intenciones, sueños. Claro, la clave está en cómo obrar para llegar a eso.

Después de leer las últimas noticias de que China en el 2020 se va a convertir en el más grande mercado de venta de automóviles de lujo, que cuestan 150.000 euros cada uno y se calcula que ya en el 2020 va a vender tres millones de esos autos, de 1,7 millón que vendió el año pasado. Aquí uno piensa en Mao, pero sólo con ironía y no con dramatismo, porque sería caer ya en el pesimismo absoluto.

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